La capacidad del ser humano por manipular los elementos es extraordinaria, hasta cierto punto sobrecogedor. Somos capaces de transformar la propia naturaleza, revolverla, adulterarla a nuestro antojo. Lo venimos demostrando desde los orígenes. Al parecer, no disponemos de las aptitudes idóneas para adaptarnos, preferimos construir o destruir, demostrar quién manda. Esa actitud resulta perniciosa en más de una ocasión, ya que puede volverse en contra al ser engañados por nuestra propia percepción de la realidad. Todo y nada es lo que parece.

Arnold Newman, célebre fotógrafo de estrellas, aseguraba que la fotografía no es algo verdadero: “Es una ilusión de la realidad con la cual creamos nuestro propio mundo privado”. Poder falsear lo que creemos que es real otorga un gran poder, valga la redundancia. Saber que puedes confundir al espectador, manejarlo, viciarlo… Joan Fontcuberta ha centrado parte de su trabajo en hacernos ver que “la fotografía es una construcción como cualquier otro tipo de mensaje humano”, que no está “indisolublemente vinculada a la realidad, sino que también puede ilustrar lo inexistente”. Mundo privado, lo inexistente, construcción. Efectivamente, la cámara capta aquello que el fotógrafo quiere que capte, mostrando así un estado o acción concreta. Todo esto dista mucho de ser un ejercicio fruto del azar, más bien lo contrario.

La fotografía, eso ha quedado ya demostrado a lo largo de la historia, puede tener muchos usos y pretensiones. Como cualquier otro constructo humano, ha servido y sirve como estudio y también como divertimento, va de lo significativo a lo irrelevante, encuadra y excluye. Cada proyecto fotográfico, como afirmaba Susan Sontag en una entrevista realizada por Arcadi Espada, “tiene una intención particular. Y está rodeado de una gran cantidad de contextos particulares”. He ahí la clave, en el contexto, en el propósito.

Hay imágenes que sirven como recuerdo e identificación. Hay fotógrafos que ansían retratar su época a través de su mirada, buscan significar el momento vivido. Otras instantáneas, por el contrario, experimentan, son puro aprendizaje, y el autor de las mismas lo que pretende es, en cierto modo, desenmascarar la “autenticidad” de la imagen. Es este un juego formidable, de posibilidades infinitas.

LAS MIRADAS DE AQUÍ // En Castellón contamos con un buen número de “ojos” expertos en subrayar lo que quieren que vea el espectador. Aunque suene pueril o pequemos de altaneros, existe una importante tradición fotográfica. El hecho de contar con un festival de la envergadura de Imaginària, organizado por la Universitat Jaume I, así lo demuestra. Pero aún hay más, mucho más.

La consolidación del arte fotográfico ha llevado a muchos creadores a “flirtear” o, incluso, dedicarse plenamente a esta disciplina. En la actualidad, contamos con un buen número de artistas de prestigio a nivel nacional e internacional. No podemos olvidar que María Bleda, del tándem Bleda y Rosa, ganó en 2008 el Premio Nacional de Fotografía que otorga el Ministerio de Cultura. Ambos, tal y como remarcó el jurado del certamen, “representan la renovación de uno de los fundamentos del medio fotográfico, la fotografía documental”. El trabajo de Bleda y Rosa siempre se ha caracterizado por esa profunda reflexión sobre la memoria, el espacio y la imagen en sí.

Igual de importante, para alimentar nuestro ego y hacer patria, es el hecho de que Chimo Serrano participe en PhotoEspaña 2015 con su proyecto Pervivencias. Este importante festival internacional convierte a Madrid y otras ciudades asociadas, en el centro de la actividad fotográfica expositiva. En su XVIII edición han organizado un total de 101 exposiciones con obras de 395 artistas, y Castellón está presente gracias a Serrano y gracias también a otro de los grandes valores artísticos de nuestra provincia como es Vicente Tirado del Olmo, quien participa en una de las actividades complementarias de esta macro cita fotográfica con su exposición A promise, que se podrá visitar hasta el 25 de julio en la galería Cámara Oscura. Es esta la primera muestra individual de Tirado en la capital, y podemos decir con orgullo que ha “conquistado” esa frontera. En su serie A Promise, el castellonense muestra imágenes de naturaleza en estado salvaje, donde el paisaje volcánico predomina, evocando así un momento previo a la aparición del hombre sobre la tierra. El poder de sugestión de estas imágenes sirve de pretexto para una reflexión sobre el anhelo de naturaleza del individuo contemporáneo y sobre la instrumentalización que la publicidad hace de este deseo.

Y volviendo a Chimo Serrano, sorprende el binomio que ha formado con Wences Rambla en la exposición Arte_Factos2 que se inaugurará el próximo 4 de junio, a las 20.00 horas, en el Centre Municipal de Cultura de Castellón. Bajo el comisariado de Jesús Broch, ambos artistas se alían para presentar una serie de instantáneas que juegan con las perspectivas y, por ende, con la apreciación de lo real.

Entre los artistas que han hecho de la fotografía su máxima preocupación estética y reflexiva tampoco podemos obviar a Pascual Arnal. El vila-realense siempre ha querido describir fotográficamente la realidad líquida, inaprensible y cambiante característica del momento presente; su reto es el de dar voz a los matices y presencia a las caras ocultas de historias personales. Otro nombre propio es el de Pilar Beltrán, quien el pasado año exhibió en el Centro del Carmen de Valencia algunos de sus proyectos en los que queda patente una significativa preocupación de la sociedad por las infraestructuras y los problemas de índole económica. El trabajo de Pilar es concienzudo, incisivo y sumamente introspectivo.

En esta pequeña radiografía sobre el arte fotográfico made in Castellón afloran asimismo los trabajos de Carlos Bravo y Agustín Serisuelo. El primero dio un salto cualitativo al presentar el pasado año su primera exposición en la galería Cànem. Tokio-Capital del Este es, como remarcara en su día Irene Gras, “una gran aventura repleta de imágenes que descubren cómo la capital bulliciosa de las finanzas, las nuevas tecnologías y la comunicación vuelve a la calma y el silencio. Progreso y sincretismo definen este territorio frágil y en constante amenaza geográfica que no deja de luchar contra su condición”. Por su parte, Serisuelo fue uno de los artistas que el pasado año obtuvieron una de las becas Hàbitat Artístic que organiza el Ayuntamiento de Castellón junto al Espai d’Art Contemporani y ya ha exhibido sus obras en centros como Coll Blanc, la galería Paz y Comedias o La Gallera. El de Betxí construye “una memoria visual de los espacios en tránsito, un archivo documental sobre el entorno, sobre el paisaje contemporáneo”, en palabras de Gras.

Por último, no quisiera pasar la oportunidad de recordar otro de los proyectos a nivel editorial y conceptual más potentes que existen en nuestro país y que se centra en el ámbito de la fotografía. Me refiero, cómo no, a Concreta. Laura Vallés, además de artista es cofundadora y una de las editoras esta revista y editorial con sede en Valencia cuyo objetivo específico es contribuir a elaborar un marco teórico de investigación, dentro y fuera de la academia, en torno a la imagen, con especial interés en la imagen fotográfica y en la historia del arte. A Vallés, por su juventud, podrían unirse también Paco Poyato, Juan Plasencia, Lidón Forés, Txema Amat, Enrique Galdú, Wally Sanz, Manuel Peris, Christian Robles, Sandra Claret, Leticia Tojar, Iker Arana y Marta Ribes; todos ellos cuentan con un estilo propio, un modo diferente de ver e interpretar la realidad. La fotografía, en Castellón, es acción, es reflexión. Todo un mundo para (re)descubrir, imágenes que transmiten ese algo necesario para que el ojo curioso se mantenga en alerta.