La de Rubén Capdevila Miravet es una lección magistral de que las cosas son más sencillas de lo que imaginamos. Que lo importante, aun sabiendo que te falta la visión, es tener ganas de comerse el mundo y de superarse. Desde hace años lo demuestra con ruedas y a lo loco; así lo corroboran las medallas que ha conseguido en ciclismo adaptado en pista. Con el último bronce en la modalidad de velocidad, obtenida en Galapagar (Madrid), ahora tiene su mirada puesta en el campeonato de España de carretera, en mayo.

Desde hace un par de años, Rubén forma parte del Club Ciclista Costa Azahar In Bike de Castellón, aunque fue en el 2007 cuando disputó su primera carrera en tándem. Ya no se ha bajado de los pedales, porque pensó “en buscar una salida a través del deporte” al agujero en el que cayó, puesto que, con 29 años, le diagnosticaron amaurosis múltiple de Leber y, en menos de tres meses perdió la visión de los dos ojos. Así comenzó su historia como deportista, gracias a la ONCE, que le propuso hacer tándem. La bicicleta fue el apoyo necesario a su enfermedad y, desde entonces, los triunfos no le han dejado de lado.

RECONOCIMIENTOS // Su esfuerzo se ha visto recompensado con ocho medallas de bronce (todas en pista) y una de oro, en carretera. Actualmente, él y su compañero Enrique Molinero son campeones de España en carretera de tándem. Ahora se prepara con distintos compañeros: “Prácticamente salgo a diario a entrenar y cada día voy con uno distinto”, puntualiza. Nombres como el propio Molinero, Ferran Torlando, Eloy Marmaneu, Rubén Sanz, Raúl Estrada y Dani Campos comparten méritos con Rubén. Si alguno de ellos no puede competir, su padre se convierte en el mejor aliado.

UN SUEÑO, UN DESAFÍO // “Será muy difícil estar en los primeros puestos porque hay mucho nivel, pero al menos intento participar en las competiciones”, señala un deportista que sueña con un futuro marcado por un Mundial o Juegos Paralímpicos. Finalmente, reconoce que el pasado año recibió, por primera vez, ayuda del Patronat d’Esports y de la Diputación de Castellón, pero después ha tenido que costearse también los gastos relacionados con el tándem, que son bastante caros. “Nos encantaría contar con algunos patrocinadores más que pudieran contribuir a la causa”, puntualiza Capdevila.

A sus 38 años, este castellonense sigue demostrando que el optimismo no conoce barreras y que se puede ser feliz cuando no se piensa en los límites, sino en disfrutar y en superarse a sí mismo. H