El Madrigal ha recuperado la ilusión. El positivismo ha vuelto al entorno del equipo amarillo. Hay fe absoluta en este nuevo Villarreal que ha logrado rescatar la esperanza de su incondicional afición. El Submarino compite. Las individualidades han regresado a la escena. Los partidos no duran 60 minutos sino que se pelea hasta el último minuto. Todo el mundo ha aprendido el guión adecuado y trazado por Marcelino García Toral desde su llegada al banquillo groguet. Se continúa en el camino correcto.

Al conjunto amarillo le ha costado toda la primera vuelta del campeonato aterrizar con las cuatro ruedas en Segunda División A. Pero lo ha hecho y con una fuerza que le convierte ahora mismo en un más que serio candidato. Como reza en los títulos de las películas, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, en este caso con el Villarreal de Velázquez.

Este equipo es más serio, más fiable, más competitivo y concede muchas menos facilidades al rival. Se ataca con más rapidez y con los conceptos más claros, a la vez que con más cabeza a la hora de no dejar espacios a los oponentes y evitar, de esta forma, que te sorprendan a la contra.

Y se puede hablar casi de pleno acierto en las incorporaciones. En definitiva, el Villarreal vuelve a ser el Villlarreal y cuando restan aún 17 jornadas para el final de Liga, la situación transmite buenas sensaciones.

A GUSTO DEL MÍSTER // Marcelino continúa moldeando el equipo a su gusto. Semana a semana deja alguna pincelada más y eso que ayer la ausencia de Farinós del once sorprendió a todo el mundo porque el de La Torre había sido una de las claves de la recuperación. Para el técnico debe ser un suplicio la suplencia de uno de sus tres coroneles cada semana.

En Guadalajara le tocó el turno a Bruno. Ayer a Farinós. Otro toque de Marcelino fue la suplencia de Manu y la titularidad de Moi Gómez. Posiblemente todo fuera relacionado con la palabra mágica en esta nueva era: velocidad.

La Ponferradina llegó a El Madrigal con el mismo respeto con que la mayoría de equipos afrontan sus duelos en el coliseo amarillo. Mentalidad defensiva, repliegue casi intensivo y las líneas muy juntas con la idea de cortocircuitar al Villarreal.

Pero los Cani, Moi Gómez, Marcos Senna, Bruno, Jonathan Pereira, Perbet y compañía llevaban fusibles a prueba de bomba y varias toneladas de dinamita para hacer saltar por los aires la caja fuerte de los del Bierzo.

ESPÍRITU COLECTIVO // Con paciencia, sin descuidar las espaldas, no realizando concesiones, con un espíritu colectivo encomiable, el Submarino iba minando poco a poco a la Ponferradina. Las estrellas volvían a ser determinantes porque Cani se emplea con una intensidad encomiable, Bruno desplegaba su figura gigantesca sobre el césped y Senna, mucho más en forma, manejaba al equipo con el mando a distancia. Y arriba la dinamita explotó solo con el chasquido de una cerilla.

El Villarreal generó menos oportunidades que otras tardes, pero su porcentaje de acierto fue elevadísimo. Jonathan Pereira remató en el área pequeña de cabeza una internada hasta la cocina de Cani en el minuto 33. Y seis minutos después, Perbet marcó un gol de manual para un delantero centro de pedigrí.

El francés, siempre en boca de gol, mandó a la red de cabeza un centro de Mario. Los amarillos también habían aprobado otra asignatura pendiente: cerrar los partidos como toca.

No bajó la guardia el equipo de Marcelino. Hasta tal punto que la Ponferradina apenas alcanzó el área amarilla dejando helado a Juan Carlos, quien ayer disfrutó de una placentera tarde de relax en su butaca de pie de campo.

Pero todavía quedaba una delicatessen de Perbet. El 3-0 subió al marcador después de que conectara un zurdazo que pernoctó en la portería rival sacando una exclamación de admiración de la grada. El Villarreal continúa su escalada. Ha puesto el piño grande. Sin prisas pero sin pausas. Y la afición ha recuperado la ilusión. H