La progresiva defunción de la capacidad analítica ha convertido las retransmisiones de los partidos de fútbol en un ejercicio de gratuitos halagos hacia cualquiera que consigue dar un pase a otro vestido con el mismo color de camiseta. Si lo logra es que ya está para un equipo grande y si, además, dribla, asiste y, ya no digamos, marca un gol, estamos ante un jugadorazo, un crack, alguien que marcará un hito en la historia del fútbol.

Sus partidos ya serán partidazos y sus goles, golazos. Este es el dañino y demoledor panorama que se encuentra toda una generación de jóvenes jugadores en plena etapa de formación, que apuntan grandes maneras, pero sin currículo profesional por el momento.

En Sevilla, Nahuel fue titular después de firmar una pretemporada notable, y acabó el partido con las piernas reventadas. Hace tres meses en el Villarreal no sabían qué hacer con él; ahora está compitiendo como los buenos y a su indudable calidad ha añadido una actitud intachable.

El entrenador del Villarreal no le ha regalado nada, se lo ha ganado él, y ese es el camino. Ahora ha de saber resistirse a los halagazos que, no lo duden, volverán. H