La gamba roja, también conocida por alistada o rayada, es uno de los alimentos más exclusivos de nuestro mar. Este crustáceo vive en el mar Mediterráneo, pero también se encuentran poblaciones en el océano Atlántico.

Cuando está bajo el agua parece transparente, sin embargo en superficie su color se transforma en rosa intenso casi rojo, con tono azulado en su caparazón, dándole un aspecto característico y elegante. La gamba roja ofrece muchas peculiaridades desde el punto de vista anatómico que la hacen fácilmente reconocible, ya que tiene una pigmentación roja diferente a la gamba blanca o la común y una cabeza grande, que es la parte más sustanciosa y donde atesora unos jugos muy suculentos.

Son muy afamadas las gambas de Dénia, de Palamós y la Garrucha, de la misma especie pero con algunas diferencias debido a su hábitat, alimentación y selección después de ser capturadas. Es un alimento muy nutritivo, con aroma intenso a mar y una textura exquisita. A la hora de degustarlas, las cocinaremos de forma sencilla. A la plancha, hervida o a la sal son las preparaciones más recomendables, sin añadir salsa o guarnición que enmascaren las grandes cualidades gastronómicas de este selecto marisco, deseado y prohibitivo.

Es un manjar que nunca falta en nuestros mercados municipales, donde se pueden adquirir frescas, recién llegadas de lonjas cercanas e incluso a veces del Grao. El tamaño es lo que marca el precio, cuanto más grande más se cotiza, y es muy importante que no presente ninguna rotura, sobre todo en la parte de la cabeza para que al cocinarla no pierdan jugos, salvo que las utilicemos para hacer arroces o fideuàs, También las podemos comprar congeladas, pero estas suelen llegar de mares lejanos. Si las pelamos y descabezamos para cocinar nunca hay que tirar estos restos, que son ideales para reforzar caldos marineros.