Hace un año, el 13 de noviembre, el papa Francisco celebraba en la Basílica de San Pedro el Jubileo de la Misericordia dedicado a todas las personas marginadas. De manera espontánea, al finalizar la homilía, manifestó un deseo: «Quisiera que hoy fuera la jornada de los pobres». Nacía así la Jornada Mundial de los Pobres que, como fruto granado y recuerdo del Año Santo de la Misericordia, celebraremos a partir de ahora todos los años en toda la Iglesia, el domingo previo a la fiesta de Cristo Rey. Este año será el próximo 19 de noviembre.

Con esta jornada, el Santo Padre nos invita a toda la Iglesia, a todos los cristianos y también a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a escuchar el grito de ayuda de los pobres. Ellos son los destinatarios preferenciales de las palabras y gestos salvadores de Jesús y deben ser, también hoy, los destinatarios privilegiados de la vocación y misión de nuestra Iglesia. El lema elegido para esta primera Jornada son las palabras del apóstol Juan: «No amemos de palabra sino con obras» (1Jn 3,18).

Esta jornada tiene dos objetivos. El primero, estimular a los creyentes para que reaccionemos ante la cultura del descarte y del derroche, haciendo nuestra la cultura del encuentro; esta invitación se dirige también a los hombres y mujeres de buena voluntad, para que compartan con los pobres con acciones de solidaridad. El otro objetivo es promover una caridad que nos lleve a seguir a Cristo pobre y a un verdadero encuentro con el pobre que dé lugar al compartir como estilo de vida. La oración, el seguimiento de Cristo y la conversión de corazón encuentran en la caridad, que se transforma en compartir, la prueba de su autenticidad evangélica. El papa Francisco nos pide gestos concretos en esta jornada a cada uno individualmente, a las comunidades parroquiales, a las familias cristianas y a los movimientos, asociaciones y grupos.

*Obispo de Segorbe-Castellón