Querido lector, durante el puente de 1º de mayo, un conocido se me acercó y delante de mis amigos y familiares me comentó con voz baja (casi rayando el susurro) y con tímida sonrisa (tal vez porque no tenía garantía de mi respuesta y estaba un poco inseguro y avergonzado) que mis últimos artículos le daban demasiada caña al gobierno del PP de la Vall, de mi pueblo. Sin ánimo de discusión (ni era el momento, ni el lugar y además era un tipo educado que no merecía ningún desplante), le dije que “caña” sí, “demasiada”, no. Así y todo, lejos del dogmatismo y con actitud dialogante, le acepté que siempre cabía la posibilidad de que pudiese tener razón. En todo caso, le recordé que mis opiniones críticas tenían que ver con mi compromiso de ciudadano, el que me exige participar en los asuntos públicos. Además, no eran insultos ni ofensas personales y siempre trataban de aportar propuestas alternativas y constructivas. Es más, le maticé que si en estos momentos aparecía una crítica con más fuerza o desgarrada, es por algo muy lógico, porque las elecciones municipales están al girar la esquina y, en consecuencia, es una buena ocasión, tal vez la mas adecuada, para que con el voto y de forma sensata y tranquila, cambiar a las personas y las políticas del gobierno municipal y situar a la Vall en un camino que, siempre será difícil, pero al menos albergue dignidad y esperanza.

Querido lector, ni me pidió ni le debía una amplia explicación, pero como a pesar de cuidar la forma y el contenido de mi razonamiento no lo convencí (aunque tampoco era mi intención llegar a ese extremo), confieso que le pregunté qué es lo que tiene que hacer uno cuando además de lo dicho, encima se observa que ahora, en época electoral y como si no tuviésemos memoria histórica, de nuevo los del PP, los del gobierno municipal, vuelven con anuncios y promesas que, como la del hospital de la Vall (expresada estos días por otro president de la Generalitat, antes fue Camps ahora Fabra), representa y simboliza algo tan vergonzoso como el fraude electoral y la violación de algo tan esencial como el compromiso electoral cierto y la información veraz, es decir, las bases de la democracia participativa y deliberativa. En última instancia, y así se lo dije a mi contertulio, creo que mi papel y el de todos los ciudadanos de la Vall es el de (con artículos, sin artículos, manifestaciones, etc.), con las armas constitucionales, no mantenerse indiferentes ni resignados ante la evidencia empírica de ver a la Vall y a los “valleros” en la lista de las ciudades y sociedades derrotadas, indefensas y engañadas. Al menos así lo siento y así lo escribo. H

*Experto en extranjería