Querido lector:

El fútbol va a rachas. No es una verdad científica pero sí estadística. No me digan por qué, pero es así. Y explicaciones puede haberlas con mil causas y circunstancias, tantas como situaciones y equipos hay. Hasta los grandes clubes que apenas fallan también sufren pájaras o malas rachas --sirva el estado actual del Madrid de Benítez como ejemplo---.

Por tanto, la dubitativa e irregular trayectoria liguera del Villarreal de los últimos partidos, de la que tanto se habla en los mentideros futbolísticos, más evidente por el contraste con la ilusión que provocó su liderato y la facilidad con la que marcaba goles y ganaba partidos en el primer tramo de la temporada, pasará. Y la obligación de Marcelino y de la plantilla es que pase cuanto antes y entre en la velocidad de crucero, condición básica para navegar bien en el torneo de la regularidad.

No olvidemos, no obstante, que aun sumando únicamente cinco puntos en los últimos siete partidos, el club amarillo está situado en la sexta posición de la tabla. Parece que el último mes y medio ha sido una hecatombe, pero se sigue en puestos de acceso a cualquier objetivo y en Europa además se ha conseguido la clasificación y es más que probable que sea primero de grupo con el consiguiente handicap para los cruces posteriores.

Las graves secuelas arrastradas de la temporada pasada (Asenjo, Mussachio y Bruno), la plaga de lesiones de la actual campaña que está obligando al equipo a jugar a veces sin delanteros (sin Soldado, Bakambu, Baptistao y Adrián), los desajustes propios de un equipo muy renovado y muy joven que las circunstancias no han permitido conjuntar y quizá por ello el bajo rendimiento, no esperado, de algunas de esas incorporaciones, creo que pueden ser varias de las claves que explican, junto a otras, esta mala racha. Por lo menos, visto desde la grada.

Pero aún así, lo dicho al principio. Las rachas son estadísticas y mejor que ocurran ahora. Eso sí, hay que trabajar para superarlas. Y quizá ese trabajo reconocido y percibido explique la tranquilidad de la afición, de la que hay que aprender.