Querido lector/a, estos días de fiesta y en una paella de amigos típica de la fiesta del 1º de Mayo, he vuelto a percibir lo que ya sabía: que se critique o no, y que se reconozca o no, a la gente le interesa y preocupa la política. O dicho de otra forma: todas las personas bien nacidas, que son casi todas, la reclaman cada vez que exigen el buen funcionamiento de la sociedad en la que viven, un futuro esperanzador para sus hijos, el bienestar, el progreso, la convivencia en paz, etc. Es decir, cada vez que le piden que cumpla con su papel esencial: el de herramienta social al servicio de la emancipación y el bienestar del ser humano. Por lo tanto, se diga lo que se diga, a la gente le interesa y preocupa la política porque le afecta y la necesita. Además, porque es el poder de fácil alcance y al que tienen pleno derecho quienes no tienen poder y pueden y deben usar la política como garantía de integración, de desarrollo personal y social. Eso es lo que vi en el coloquio que se generó entre un grupo de amigos que se encontraban en torno a lo que supone elaborar, consumir y reposar una paella.

No obstante reconozco que tiene serios y profundos enemigos, gentes, colectivos, intereses, grupos sociales, etc., que quieran o no, a veces no permiten que la política cumpla su función de defensa del bien común. Denuncio con ello, como en más de alguna ocasión ha señalado Josep Ramoneda, que demasiado a menudo los políticos se comportan como los principales enemigos de la política: cuando la patrimonializan, cuando sitúan sus intereses personales por delante de los colectivos, cuando no se hacen respetar por los poderes contramayoritarios y cuando esconden su impotencia tratando a los ciudadanos como súbditos, con desdén y sin el reconocimiento de su derecho a participar y proponer. Perversiones de la política que tienen mucho que ver con su propio deterioro y con la crisis del régimen político que vivimos en España.

*Experto en extranjería