Culminar un año invita al balance. Una mirada amplia con las luces largas para extraer conclusiones siempre ayuda. Hablemos de la Diputación, la institución que, contra todo pronóstico democrático, asume un protagonismo desmesurado porque así lo desea y costea el partido del gobierno.

Empecemos por el principio. Una cosa es que los ayuntamientos puedan y deban organizarse en espacios supramuncipales para optimizar su gestión y, otra bien distinta, es que sean las actuales diputaciones la mejor de las respuestas. ¿Alternativas? Con la ley en la mano podríamos articular fórmulas de trabajo horizontal y transferencia de recursos en orden a un nuevo modelo de concertación. Un modelo redireccionado de abajo hacia arriba en el que los alcaldes y sus pueblos supiesen qué pueden esperar en un marco de reconocimiento de derechos y no de prebendas caciquiles.

La Diputación debería ser, como mucho, la prolongación coordinadora e instrumental de las administraciones locales. Hoy, sigue siendo un espacio arbitrario cuyas ínfulas son del pasado. Las ciudades trabajando en red, compartiendo proyectos que confluyan en el propósito de construir un territorio competitivo e inteligente. Ciudades de diferente tamaño compartiendo un destino organizado y coherente. Castellón necesita reinventarse en muchas cosas. Las ciudades jugarán un papel central como laboratorio de proyectos, ideas, iniciativas, capital humano. Las ciudades llevan siglos liderando los mejores cambios registrados en la civilización. Por el contrario, cuando pierden su identidad, su papel en un engranaje mayor, cuando se descompensan social o económicamente, la decadencia es imparable. Por eso necesitamos redescubrir el valor de lo local y cuidar sobremanera su potencial. El espacio local bien planificado brinda oportunidades para recomenzar de nuevo. Por eso reiteramos nuestra propuesta estratégica de un gran acuerdo entre los actores sociales y económicos, la Universidad y los municipios. Ni rastro de ello en la rutina que vemos cada día en la Diputación. Más preocupada por autojustificarse, vive de puntillas presumiendo de lo que no es ni podrá ser nunca si no cambia de principios y hoja de ruta. Quizá demasiado vieja para cambiar…no sé. Demasiado antigua para interpretar el mundo del siglo 21… quizá. Sea como sea, 2014 ha tenido mucho de lo de siempre: rutina, exageración de resultados y méritos, sectarismo en las decisiones y endogamia. Es decir, creerse el ombligo del mundo. La Diputación, mientras dure, necesita una refundación. H

*Secretario general provincial del PSPV-PSOE y portavoz en la Diputación