Mark Wahlberg nació en un barrio marginal de Boston (EEUU). Las malas calles fueron su hogar e, incluso, pasó unos días en prisión por asalto. Hoy no queda ni rastro del macarrilla que fue: es una educadísima estrella de Hollywood que el martes presentó en Madrid su último filme, Contraband (en España se estrena el día 16). Dueño de un imponente cuerpo esculpido en el gimnasio (fue modelo de Calvin Klein), no tuvo reparos en confesar que su prioridad vital no es ni el cine ni la tele, a los que se dedica en cuerpo y alma como actor y productor. "Lo que trato de hacer cada día es ser mejor siervo de Dios, mejor marido y mejor padre", afirmó el protagonista de Boogie nights y padre de cuatro hijos, que en el 2001 fundó una oenegé para ayudar a niños y jóvenes.

Wahlberg, que también tuvo su etapa en la música, terreno que no volvería a pisar ni loco, no acudió el domingo a la gala de los Oscar, que le pilló en Berlín, en mitad de la gira europea de promoción de Contraband. "Solo voy cuando estoy nominado", afirmó medio en broma medio en serio el actor, que aspiró a la estatuilla de la mano de Martin Scorsese con Infiltrados.

"Si no lo estoy, veo la gala como todo el mundo: en pijama y en la cama", añadió, tras dejar claro que la fama y la alfombra roja sientan mejor cuando uno es joven. Él ya ha cumplido los 40 y, aunque todavía tiene "muchos años por delante para perderse", lo que le gusta es "tener los pies en la tierra". ¿Quién lo iba a decir cuando caminó por el lado oscuro de la vida?