La Fiscalía de Castellón pide un total de 81 años de cárcel para una banda de ladrones, formada por tres integrantes, que en abril del 2011 apalearon con extrema brutalidad a un matrimonio de ancianos de les Useres --que entonces tenían 73 y 71 años--, tras asaltar su casa en plena madrugada. El juicio se celebrará el martes, a partir de las 11.30 horas, en la Audiencia de Castellón.

Según el escrito de acusación formulado por el Ministerio Público, los hechos se remontan a la noche del 9 de abril, hace ahora seis años. Los ladrones, multirreincidentes y con varias condenas por delitos de robo con violencia, con ropas oscuras, guantes y pasamontañas, se dirigieron a la vivienda de Ramón Cuevas y María Fina Beltrán que en esos momentos dormían. Los delincuentes entraron por unas escaleras de piedra que daban a la terraza y tras acceder a la casa se dirigieron al dormitorio de las víctimas abalanzándose sobre el matrimonio de forma inesperada.

Los acusados, como sostiene el fiscal, comenzaron a propinarles puñetazos y golpes por todo el cuerpo, al tiempo que los cogían del cuello y les exigían que les dijeran dónde estaba el dinero.

Tal y como narró tras el terrible suceso Ramón Cuevas, en declaraciones a Mediterráneo, cuando estaba ingresado en el Hospital General: «Lo primero que hice fue decirles dónde estaba el dinero, porque hacía unos días que había ido al banco y tenía guardados 1.000 euros, pero aún querían más y no paraban de golpearnos... Les dije que el resto lo tenía ya todo en el banco y nos apalearon todavía más». Los delincuentes los ataron de pies y manos con cables eléctricos y les metieron un trapo en la boca para que no pudieran pedir auxilio.

LO REVOLVIERON TODO

La banda pudo hacerse con un botín de 1.000 euros en efectivo y 6.671 en joyas, huyendo del lugar, dejando a Ramón y a María Fina inmóviles durante casi 20 horas. Fue la hija de ambos, María José, la que al ver que no respondían al teléfono decidió acercarse a la casa donde los encontró heridos y amordazados en el suelo.

Ramón, que estuvo tres días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), tenía siete costillas rotas y múltiples hematomas, principalmente en la cara y la cabeza, así como los dos brazos y las manos quemadas por el cable y la fuerza que emplearon los encapuchados contra él cuando le ataron las manos. Por su parte, su esposa, acabó con dos costillas fracturadas y numerosas llagas tras casi 20 horas sin poder moverse. «Creía que ese era nuestro final, que nos moríamos», decía.