Hace unos meses, poco después de las elecciones generales, la tesis en la dirección del PSOE, más allá de los eslóganes, era que Andalucía estaba perdida. Las autonómicas y municipales de mayo y las generales de noviembre habían sido un primer y segundo plato absolutamente armónicos, con los socialistas sacrificados en las urnas, y en el partido se daba por sentado que el postre, que se sirvió ayer con las andaluzas y las asturianas, no desentonaría. Pero lo hizo.

El PSOE, que logró 47 escaños, podrá gobernar la Junta, como lo ha hecho siempre en democracia, si llega a un acuerdo con IU, que cosechó 12. La relevancia del resultado en el principado, donde Foro Asturias y el PP pueden pactar, es menor. Aunque su candidato, Javier Fernández, fue el más votado, los socialistas ya perdieron el poder el año pasado y pocos confiaban en recuperarlo. Aun así, el PSOE no da por perdida la batalla.

En Andalucía todo era más intenso, dramático y crucial. Es la comunidad más poblada, el histórico bastión socialista, y la victoria supone un revulsivo para un partido que lo necesitaba. Hacia fuera, los socialistas podrán seguir poniendo a esta autonomía de ejemplo y alternativa frente a las políticas del PP en estos tiempos de crisis. Pero no solo es eso. El resultado de ayer refleja que las duras medidas del Gobierno de Mariano Rajoy --sobre todo la reforma laboral, a juicio de la dirección de Ferraz-- sí pasan factura a los populares y que, por tanto, no todo está perdido para el PSOE. Una prueba: la diferencia entre populares y socialistas fue de nueve puntos en las generales, mientras que ahora ha sido de solo uno.

CAMBIO DE TENDENCIA "Hemos ido contra todo en estas elecciones. Nadie dudaba de que el PP iba a tener mayoría absoluta --señaló la vicesecretaria general, Elena Valenciano--. Pero entre el 20-N y hoy ha cambiado la tendencia y estos comicios son la muestra. El fracaso del PP es el fracaso de Rajoy y su política. Ha sido un castigo a sus engaños, su aprovechamiento de la crisis y su intento de desmontar el Estado social. Han bastado 100 días para que lo que parecía una flecha hacia arriba se convirtiera en una flecha hacia abajo".

En el plano interno, este desenlace puede sanar las heridas en el seno del socialismo andaluz. La federación se halla dividida entre los partidarios de José Antonio Griñán y los de Manuel Chaves. Se comprobó en el congreso federal de febrero, cuando los primeros apoyaron a Carme Chacón, y los segundos a Alfredo Pérez Rubalcaba, y también en el traumático proceso de confección de listas. Una mayoría absoluta del PP podría haber llevado a un largo periodo de cuchillos, pero ahora Griñán sale reforzado. Es el principal referente del PSOE, pues al lendakari, Patxi López, le queda un año en el poder y no parece que vaya a mantenerse tras los comicios vascos.

Cuando salió, el presidente de la Junta parecía cansado. Ha sido una campaña complicada, en la que ha tenido que defenderse continuamente de las acusaciones por el caso de los ERE, un escándalo sobre el que Javier Arenas, su rival, ha basado buena parte de su estrategia. "Hemos vuelto a darle la vuelta a las encuestas. Hay una mayoría de votos en Andalucía que no han votado a la derecha, que quieren un modelo social basado en la igualdad de oportunidades. Se necesita un gobierno estable, y el PSOE apuesta por la estabilidad --dijo en la sede de su partido en Sevilla-- Y ahora, podéis ir tranquilos a descansar... o a lo que os dé la gana, porque este ha sido un gran día", concluyó.

Ahora la única incógnita es si IU formará parte del Gobierno o lo apoyará desde fuera.