El titular puede ser incierto y hasta precario, pero tiene propiedad. Incierto porque Amat Bellés, en su carácter y en su ser humano y artístico, no es, no ha sido y nunca será un divo. Pero si por otra parte ponemos en la balanza de su prestigio su currículo, no cabe la menor duda de que bien merece el apelativo, que viene a calificar una figura de reputación muy lucidora y no solo en tierras valencianas sino en toda la geografía española y parte de Europa.

A ello le ha ayudado no solo su excepcional destreza artística y desenvoltura con el lápiz y los pinceles, que asombra al contemplador por su virtuosismo y técnica, sino, sobre todo, su creatividad imaginativa que le permite crear unas obras en las que fluye un componente simbólico, mítico y fantasioso, que en su misma naturaleza sí que está en la esencia del divismo.

Así lo comprobaremos al visitar esta noche la sala Melchor Zapata de la calle Santo Tomás de Benicàssim, en la que el pintor de la Pobla Tornesa inaugura una muy sugestiva e interesante exposición que permanecerá abierta a lo largo de todo el mes de agosto.

En sus motivos destacan dos temas cardinales, muy fascinantes y que vienen siempre a continuar la simbología seductora que para el artista siempre ha tenido la mujer. La mujer como icono, símbolo y signo, que le permite jugar con la realidad y con el ensueño abstracto y su fuerza expansiva de efusivo ensueño. La mujer que ya desde las culturas más arcaicas, se vincula con la tierra y con la fertilidad, y por ende con la magia celestial del ciclo lunar como han manifestado aquellas civilizaciones más antediluvianas del neolítico y después se ha visto cristianizada a la estampa de la Mater Dei.

SU OBRA // A lo largo de su histórica producción, hemos visto muchos prototipos femeninos, a los que ahora se unen dos grupos más de divas, las de la ópera (Violetta, Norma, Luccia…) y las de la adivinación (Delfica, Cumana, Eritrea…). Divinas: Divinas en la escena, porque encarnaron arquetipos a los que dio vida la inspiración de tantos compositores y divinas en la paráfrasis como intérpretes del hermético mensaje profético sugerido por los dioses.

Dos fórmulas que si bien son distintas y el pintor nos lo demuestra en sus soluciones plásticas, son coincidentes en su aurea de interrogación misteriosa, de fantasía de jeroglífico, de gran plasticidad y también de sugestión.

En las obras de Amat Bellés hay más que técnica y dominio del procedimiento, más que una excelente composición y un esmeradísimo quehacer. El pintor nos quiere llevar a un territorio de insondable como si se tratara de una novela de Umberto Eco. H