Vicent Cerisuelo se jubila. Para la mayoría de vila-realenses es la cara visible del paraje de la Mare de Déu de Gràcia, la persona que, con su trabajo, ha cuidado y dignificado el espacio durante los 32 años en los que ha ejercido de ermità. Ahora, no sin un punto de tristeza, hace las maletas y deja la que --literalmente-- ha sido su casa en las últimas tres décadas.

“El Termet ha cambiado mucho en este tiempo”, explica. A principios de los años 80, cuando se jubiló el anterior funcionario y él se decidió a cubrir la plaza, “no había alumbrado público, ni muchos de los elementos que hoy hacen atractivo este entorno para los ciudadanos”. Además, la iglesia estaba “muy deteriorada y descuidada”, y del paraje “no se encargaba ninguna brigada, como ocurre ahora”.

Todas estas tareas las asumió él en su momento, aunque con el tiempo ha ido delegando. Durante años ha realizado el mantenimiento del templo, de la plaza del Pastoret y de su jardín, del museo etnológico e incluso del albergue. Para ello, contaba con la inestimable ayuda de su mujer y de Pascual Roca. Ambos, recuerda con melancolía, fallecieron hace algunos años.

A cambio de lo que él ha dado al ermitorio, asegura que ha recibido mucho. “Me llevo conmigo haber vivido en primera persona los cambios que ha vivido esta zona natural, de la que he aprendido a diario”. Reivindica un contacto con la naturaleza que, apunta, se ha perdido, lo que repercute con una falta de civismo en relación con los ecosistemas verdes.

Y, sobre todo, se lleva una enorme amistad con mossén Guillermo, de quien habla con devoción. “Es para mí una especie de guía espiritual y le seguiré ayudando como he hecho durante todo este tiempo, en el que hemos trabajado codo con codo”. En este sentido, recuerda el año en el que la pequeña iglesia de la Mare de Déu de Gràcia acogió “casi 200 bodas”. “Era de locos, podían contarse hasta seis enlaces en un solo fin de semana, y había que tener el templo siempre limpio y la logística preparada”, explica.

FUTURO // Tenga que ver con su íntima relación con el párroco o no, lo cierto es que Cerisuelo ha decidido dedicar los primeros años de su jubilación a estudiar las carreras de Filosofía y Teología. “Siempre he tenido una cierta vocación religiosa, y desde luego que haber vivido aquí influye, por eso decidí empezar hace algunos años”, explica el ermitaño, que añade que ahora tendrá más tiempo para sacar adelante las asignaturas.

Por contra, el paraje perderá a una de las personas que más horas le ha dedicado. “Pero esto tiene más vida que nunca. Aquí hay gente desde las 5.00 horas, cuando vienen los primeros runners, hasta bien entrada la noche”, sentencia. H