Opinión | Las Cuarenta

Lo sustancial y lo anecdótico

Cuentan que, cuando se produjo la admonición de la Segunda República española, el portero del Teatro Julián Gayarre de Pamplona corrió a los camerinos para ofrecer la buena nueva al cantante lírico Miguel Fleta, que actuaba ese día, espetándole aquello tan manido de «por fin somos todos iguales», a lo que el genial artista aragonés respondió con más rabia que sorna que, siendo así, él se quedaría esa noche en la puerta del edificio y que su interlocutor subiera al escenario.

La anécdota ha perseguido al tenor, de confesa militancia falangista, incluso después de su fallecimiento. Más incluso que su sonado enfrentamiento con otro divo, Arturo Toscanini, o el histórico acontecimiento sin par de haber estrenado el aria más famosa de la opera mundial, el Nessum Dorma, por expreso deseo de su compositor Giaccomo Puccini.

Cuando empezó nuestro partido de este sábado, el Córdoba ya había ganado el suyo y, a rebufo de su victoria en Castalia de la semana anterior (eso sí, más por fortuna que por méritos), proyectaba su candidatura al ascenso igualándonos a puntos y luciendo su favorable bagaje particular.

Pero entonces el CD Castellón dio un sonoro golpe sobre la mesa de Valdebebas y vino a decir que no somos iguales, que esa es la razón de ser de la competición y de la vida misma, y que no solo negamos esa paridad con el Córdoba sino que lo relegamos a ese segundo puesto que no se celebra porque, en realidad, significa haber sido peor que el primero.

Vale que el contrario también juega, y bien que quedó demostrado con el primer tiempo del Castilla, pero ahí también queda patente que no somos iguales. Porque la diferencia radica en el acierto en la definición, la calidad desarrollada, el mayor control, la seguridad esgrimida y hasta en la eficiencia del guardameta, que sí, que fue el mejor, pero para eso está, y está con nosotros.

Sin ser el Castellón brillante y resolutivo de hace unos meses, supo sobreponerse al delicado momento y a las condiciones del rival y lo hizo fiel a su estilo. Con ser manifiestamente mejorables algunos aspectos del juego, la crisis se salvó con nota.

Por eso mismo me niego a considerar anecdótica la extraordinaria primera fase del campeonato. Todo lo contrario, pues deviene lo sustancial, lo que nos ha traído hasta aquí. No hacerlo así sería minimizar el trabajo bien hecho. Y por eso debe mantenerse el nivel de exigencia y no relajarlo con excusas mollares.

No pequemos de falsa modestia, que es el pecado de los mediocres. Ni pongamos la tirita antes de que se abra la herida, como hacen los pusilánimes, y dejemos ese remedio para los cobardes. Porque cuando hemos perdido ha sido más por fallos propios que por virtudes ajenas, sobre todo por un exceso de confianza, entrenador incluido. A fin de cuentas es el modelo aplicado por Haralabos Voulgaris, no transmitiendo ansiedad, sino creencia, no dejándose llevar por la urgencia, sino por la determinación.

Lo sustancial es también la reiteración en la denuncia del presidente contra la inacción del Ayuntamiento en la reforma del estadio y el convenio con el club. Lo anecdótico es que esos mismos políticos, que siempre negaron el pan y la sal al Castellón, tengan la desfachatez de acudir el sábado al palco. Lo importante es que no lo olvidemos, para que lo residual sea su foto de empostado albinegrismo.

POST SCRIPTUM:

Miguel Fleta estrenó la ópera póstuma Turandot (Scala de Milán, 1926) y cobró un éxito y renombre mundial con su interpretación del celebérrimo Vinzeró. Aunque no existen grabaciones de aquel histórico momento, todos soñamos con entonar ese do sobreagudo a final de temporada con el ascenso directo. Amén.