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REPORTAJE

Les escoles dels masos, memoria colectiva del mundo rural de Castellón

Un proyecto coordinado por el Museu Pedagògic logra censar más de un centenar de centros educativos en núcleos de hábitat disperso que funcionaron en el interior de la provincia entre 1950 y 1980

masia bolincha

Hubo un tiempo en el que muchas familias del interior de Castellón vivían en masías y en que los niños para ir a la escuela tenían que recorrer el camino a pie. Avanzaban paso a paso por las sendas desde sus respectivos hogares juntándose en su camino al colegio. Ahora, un proyecto coordinado por el Museu Pedagògic de Castelló trabaja por rescatar esta memoria colectiva. Cartografías Nómadas. Movilización del Conocimiento de las Escuelas de Masías de Castelló.

Un centenar

El trabajo de investigación realizado en los últimos tres años ha permitido censar más de un centenar de centros educativos de diferentes núcleos de hábitat disperso en Castellón que dejaron de funcionar entre los años 50 y 80 del siglo pasado. En este localizador se pueden consultar.

Patrimonio inmaterial

Tomas Segarra, coordinador del proyecto, explica que esta historia forma parte del patrimonio inmaterial de las comarcas de Castelló. «Hay mucha gente que por circunstancias al final tuvo que marcharse de las masías o se está marchando hoy en día de los pueblos pequeños, pero tiene todavía esos vínculos, esa memoria, porque bien ellos o sus padres han ido a escuelas de masías y desde el museo pedagógico se consideró que es un patrimonio que pertenece a todos los habitantes de las comarcas de Castellón y era necesario recuperarlo y mantenerlo de cara a su difusión y dignificación de la vida que han tenido estas personas», manifestó.

"Desde el museo pedagógico se consideró que es un patrimonio que pertenece a todos los habitantes de las comarcas de Castellón y era necesario recuperarlo y mantenerlo de cara a su difusión y dignificación"

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Masías

Segarra, que es profesor de la UJI, explica que «el medio rural de Castellón es muy montañoso y siempre ha habido muchas dificultades de comunicación. La manera de ocupar el territorio tradicionalmente, debido a esas características orográficas, ha sido con masías, y hay zonas muy grandes de la provincia ocupadas por ese tipo de hábitat».

La República

«A principios del siglo XX especialmente, en un momento en que la educación ya es obligatoria en España hasta cierta edad, a esos lugares tan recónditos del país no se puede llegar. Por ello, diversos gobiernos impulsan llevar a cabo la construcción de escuelas en esos entornos más alejados de los núcleos urbanos y debido a eso es cuando se crean las escuelas de masías tal y como las conocemos en la provincia de Castellón», añade este experto. Las mismas «tienen un impulso especialmente importante sobre todo durante la Segunda República. 

El caso de Llucena

Un ejemplo lo constituye el caso de Llucena, donde hay siete escuelas de distintas épocas y cinco de ellas se construyen en la Segunda República, como explica Odet Moliner García, profesora de la UJI y vecina de Llucena. La población, que cuenta con el segundo término más extenso de la provincia, ahora cuenta con 1.400-1.500 habitantes; sin embargo, llegó a tener 4.000, de las que solo 1.500 estaban en el casco urbano. «Llegó a haber 230 masías en todo el término municipal, una población dispersa enorme», señala Moliner, que añade que acercar la educación a los ciudadanos fue un ideario de la época. «En ese sentido, hubo un plan de construir escuelas para hacer llegar la educación a los sitios donde no llegaba», señala. Surgen con la idea republicana de escuela única, gratuita, laica, mixtas, señala.

«Llegó a haber 230 masías en todo el término municipal, una población dispersa enorme»,

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Como había ayudas de la administración central y de la junta de primera enseñanza para que los municipios construyeran escuelas por el término se hizo la petición y se construyeron 5 de nueva construcción. Por eso cinco son todas iguales. Las nuevas construcciones, todavía en pie, empezaron a construirse en 1934, se acabaron en 1936, empezaron a funcionar en febrero de 1936 y luego a los pocos meses empezó la Guerra Civil, aunque funcionaron también en la contienda. Una de ellas era anterior a la República, la de Fabra Lloma, que es diferente, y la séptima empezó a funcionar en 1951 cerca del mas de Hilario, que es la escuela del mas de Mollón». 

Hablan antiguos alumnos

Para recuperar esta historia, los investigadores han entrevistado y grabado a alumnos y maestros de las desaparecidas escuelas porque «es muy interesante recuperar esta memoria oral porque se va a perder». Y es que «mucha gente que asistió a esas escuelas es gente mayor; muchos viven pero otros han fallecido». Por ello, «el recuperarlo es una manera de poner en valor lo que supuso en ese momento que esos niños pudieran asistir a las escuelas de las masías». También sirve para ponerlo en valor, porque «son construcciones que son patrimonio municipal, dos se han vendido a particulares, algunas no están en muy buenas condiciones», señala. 

«Es muy interesante recuperar esta memoria oral porque se va a perder»

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Además, se ha implicado al alumnado del colegio Comtessa de Llucena en el estudio e investigación para que «puedan valorar y comparar qué hacían sus tíos, abuelos, en qué condiciones vivían y que les suponía tenerse que trasladar todos los días a pie a las escuelas. Había niños que caminaban cada día 4 kilómetros de ida y 4 de vuelta para ir a la escuela, además, por unos caminos de montaña», manifiesta Odet.

Era el caso de Miguel y Maria Martinez Albert, que iban a la escuela de la Llometa. Nacido en el 36, Miguel explica que tenían casi una hora de camino desde donde vivían hasta el colegio. «Íbamos el día que podíamos, porque había muchos días que llovía o teníamos que cuidar el ganado y no podíamos ir», señala. «Los que más lejos estaban, de la Casa Nova, era a hora y media. Llegaban a juntarse 7 ó 12 caminando». Recuerda que había unos 40 alumnos, aunque no iban todos los días. Recuerda que don Fernando era «un buen maestro». «Todos los niños teníamos más respeto que ahora. Al padre, al maestro...», rememora. El maestro, con su hermana, tenían su vivienda arriba y nosotros abajo toda una sala la escuela.  Estudiaban con la enciclopedia y tenían una libreta para hacer cuentas, multiplicar, dividir, sumar y restar y hacer problemas».

Por su parte, Felicitas Aparici Porcar, recuerda que fue a la Escuela del Mas, «empecé con 5 años fui hasta los 10 a la escuela de la Llometa, y desde los 10 a los 14 a la del pueblo». Recuerda a doña Paquita que era joven y muy buena maestra: «Dábamos lengua, matemáticas, sociales, historia... todo en una enciclopedia, la que más me gustaba era lengua. En clase había sobre 30-32 alumnos. Algunos faltaban a clase porque tenían que ayudar a sus padres. En el patio jugábamos a la conga, a esconderse. El horario era de 10.00 a 17.00 horas. «Iba ella, de 5 años y su hermano, de 3, a pie; había una hora y pico y nos acompañaba un perrito», señala. Recuerda con cariño a un matrimonio que les hacía muchos días la comida. 

Domingo Salvador Martínez, por su parte, menciona que los maestros solían aguantar, un año o dos, como mucho porque la Llometa estaba lejos. Recuerda a la primera que tuvieron que iba en bus de Castelló a Llucena y que debido a la combinación, subía el lunes y ese día no tenían clase. Y a la última, doña Paquita que estuvimos desde que empezó el curso hasta final de año casi, que fue cuando ya quitaron las escuelas».

Rosa Sanchis Rubert, última maestra de la escola del Mas de la Costa (1964-65) , tomó posesión de su plaza el 4 de octubre de 1964. Tenía 17 años (hacía 18 en diciembre) y era su primer destino. Para una niña de Castelló, acostumbrada a la vida urbana recuerda la dureza de la vida cotidiana. La estufa de leña, el frío, el ir a por agua con la garrafa... pero también que los masoveros, que la llamaban maestra, le hacían muchos regalos, como huevos y que cada 3 semanas bajaba a Castelló. Tenía seis alumnos. Tres eran hermanos,  Modesto, Rosita y Enrique; recuerda sus nombres y el de Joaquinita, también de la Costa, así como de otro niño que vivía en un mas que estaba a tres cuartos de hora de camino y que iba acompañado de su hermano, de 3 ó 4 años. Como los niños nunca habían visto el mar, un día los bajó a Castelló con las dos niñas, que tendrían 11 años. Rosa fue la última maestra de la escuela, porque al curso siguiente a los niños se los llevaron a la escuela el pueblo. Por aquel entonces también se cerraría la de la Mina, las dos con menos alumnos del término. Dos anos después, se cerraron todas las escuelas de las masías y los niños iban al internado de la escuela comarcal del pueblo, según se explica en el Facebook de la asociación cultural de Llucena.

Francisca Montins Montins ha vivido 18 años en el mas de la Costa. En la entrevista hecha por investigadores de la UJI relata que en el patio jugaban a toros, a pillarse de unos a otros, incluso subían a las carrascas a comer. Además recuerda que cada año cambiaban de maestra y que procedían de diferentes ciudades: Valencia, Algemesí, Castellón y Burriana entre otras. También hace mención a su prima y recuerda momentos donde se enfadaban por haberle roto las piernas a su muñeca de cartón o por no querer compartir sus zanahorias con aceite y sal.  

Por su parte,   Abel y Meritxell han hecho la entrevista a Juan Salvador Miralles. Juan ha ido poco a la escuela, su padre se puso enfermo y tenía que ayudarle con el ganado. En la entrevista cuenta los castigos, los juegos, cómo a un compañero suyo le picaron muchas abejas cuando, en el camino a la escuela, intentó comer la miel de una colmena de corcho. Juan nos enseña la escuela y destaca la calidad de la construcción del edificio.

Escuelas de este tipo las hay en otras comarcas. Otro ejemplo lo constituyen las escuelas del Cuartico, diseminado ubicado a 9 kilómetros de Benlloch, cuya escuela se encuentra en estado ruinoso. El proyecto está abierto a participación de todas las personas que han podido tener relación con ese tipo de escuela y que pueden ponerse en contacto con el museo pedagógico. 

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