Síguenos en redes sociales:

OBITUARIO

Alejandro García, el músico de los milagros

Alejandro García, el músico de los milagrosMEDITERRÁNEO

Murió Alejandro García y me dejó huérfano de hermano mayor, yo que fui hijo único. ¡Dios mío, cuántos recuerdos quedaron atrás!, ¡cuántas alegrías!, ¡cuánto vínculo de hermandad entrambos! ¡cuántas ligaduras llenas de afecto y entrega mutuas! Murió cuando faltaban nueve días para hacerle ofrenda de un merecido homenaje que, algunos de sus íntimos amigos habíamos preparado en el Teatro Municipal de Benicàssim, en el que pensábamos solicitar a la corporación municipal benicense que rotulase con su nombre el local escénico.

Su casa natal de la calle Núñez de Arce de Castellón en la que, en el vestíbulo, tras la mediera, tenía su padre, el mítico Pepe García, el piano, era un santuario para los Gascó. Mi tío Carlos con el violín, mi padre cantando con Pepe García en zarzuelas, conciertos, ceremonias religiosas… Es más, fue el autor de mis días quien estrenó la versión cantada de Rotllo i canya en las ondas de EAJ 14, Radio Castellón con los coros de la Sección femenina y Alejandro contrapuntando, con su acordeón, al piano de su progenitor. Mi padre, emocionado por la efeméride y el privilegio, se negó a devolverle la partitura original de la obra a Pepe que, complaciente, toleró el hurto. Hoy preside como una joya inapreciable mi gabinete de trabajo.

Esa relación se establecería, años después, entre Alejandro y yo. La casa de Pepe García era un cenáculo de fraternidades para todos los músicos de Castellón. Allí tuve el privilegio de conocer a un sinnúmero de instrumentistas y vocalistas, que acudían a esa morada de parnaso musical a ensayar, a aprender, a compartir la afición de interpretar…. Y esa casa siempre tenía, con toda la afabilidad del mundo, las puertas abiertas para cualquiera que invocase a un instrumento o una partitura. Con ese carácter complaciente, acogedor, amable y placentero, se cuajó la personalidad de Alejandro y de sus hermanos Pepe y María Lidón, los tres excepcionales músicos. No hubo rivalidad entre ellos, nunca. María Lidón admiraba, con fruición, a sus dos hermanos. Y ellos no podían tenerse más veneración. Recuerdo que una noche, ya hace casi treinta años, tras degustar juntos un par de whiskies, le pregunté, en un plano de confianza un tanto improcedente, a Pepe --el alcohol concede carta de naturaleza a esas licencias--.

--¿Quién es mejor pianista, tú o Jandro?

No se cortó en la respuesta

--Creo que como pianista yo, pero Alejandro es mucho más músico. Ya quisiera yo tener su don, su destreza, su improvisación creativa, su facilidad de adaptación a cualquier género. Alejandro es «un figura» y a ese nivel yo no llego.

Ahí esta (y por muchos años) lleno de vida, su hermano mayor, para ratificar mis palabras.

Yo era un crío cuándo el autor de Rotllo i canya, me sentaba sobre sus rodillas y dirigía mis dedos, con afectuosa ternura, sobre las teclas del piano. Allí recibí mis primeras nociones de solfeo y allí germinó ni afición por la música. Son vivencias que no se olvidan y que hoy, al recordarlas en la vejez, saturan mis ojos de agua, engendrada por la emoción, la ternura, el cariño y la sensibilidad.

En esa morada, para mi mágica, vi como Alejandro García Guinot colaboraba con todos los músicos de su entorno sin excepción y sustituía a su padre al piano en la orquesta del Teatro Principal, empuñando en ocasiones, con su hermano Pepe, el violín en el que ambos eran, asimismo, muy diestros.

Quiero hablar de Alejandro y Castellón o Alejandro y Benicàssim, localidad en la que empuñó, con acierto, la vara de alcalde. Que tanto monta entre ambas ciudades, una de nacimiento y la otra de adopción voluntaria, en cuanto a su dedicación y su entrega en el paisaje y el paisanaje. Nuestro pianista, que pudo haber hecho, como su hermano Pepe, una gran carrera de concertista en Venezuela, volvió a Castelló porque le impulsaba el amor a la tierra, a sus gentes, a su forma de ser. Y Castellón entró en el alma de Alejandro, y Alejandro asumió como pocos el ser de su ciudad natal: mediterráneo, luminoso, colorista, expansivo y cordial. En ambas localidades abrió, después de sus recordadas actuaciones en el Club Náutico, dos popularísimas salas de fiesta, L’Hostal y La alameda que fueron motivo de regocijo para todos los que en el trienio 60-80 gustábamos de bailar a los ritmos sugestivos de su orquesta y del Vitolquartet.

Éramos Marisa Enriquez y yo; alumna y profesor, cuando una tarde nos acercamos a bailar a L’Hostal. Alejandro, que reparó en la gracia sandunguera y el ritmo de mi compañera, sin cortarse un pelo y haciendo uso de la confianza fraternal que nos unía, bajó del piano y solicitó mi venia para bailar con «esa preciosa morena que te acompaña». Acepté complacido su petición, y también Marisa. Cuando después de trenzarse en un par de piezas (fueron un mambo y un chá, chá, chá) la devolvió a la mesa le dijo a Marisa:

--Desde luego eres la mujer con la que más a gusto he bailado en mi vida. Esta es tu casa --le ofreció-- pero tienes que pagar entrada: bailar conmigo.

Ella complacida del carácter y del buen oficio de bailarín de mi amigo, le respondió:

--Siempre será un privilegio que me saques a bailar. Ya quisiera Toni. Su pareja refirió el sucedido hasta la saciedad en cualquier lugar y ocasión.

Alejandro García junto a su amiga Marisa

No acabaría de contar anécdotas. Pero no puedo dejar de hablar de su faceta humana. Nunca negó a nadie su colaboración, su impar talento sus manos generosas estuvieron siempre para ofrecer recitales o acompañar a solistas del terreno para causas filantrópicas. Era un hombre de mucho talento, cordial, divertido, ingenioso, humano, afectuoso, simpático, gran marido de dos inigualables mujeres de las que tuvo descendencia. Padre excepcional, amigo entregado hasta todos los limites de su ser, trabajador incansable en su profesión bancaria y creativo como nadie sentado al piano.

Tuve el gran privilegio de que me acompañarte en innumerables conciertos. Su lectura a primera vista, era de una precisión de reloj suizo, su creatividad y el vaivén de su ritmo, seductores en toda la escala, su capacidad de crear e improvisar, cuando te acompañaba en cualquier motivo (zarzuela, opera, ritmos hispano americanos), portentosa y…. en sus improvisadas creaciones de temas jazzísticos, digno de haberse codeado con los mas grandes y cuando digo grandes, me refiero a Corea, Ellington, Peterson, Evans… y en mi opinión no estimo que fuera inferior a ellos. Cuando tocaba a mi vera o yo a la suya, el vello de mis brazos convertía en un sembrado de escarpias de emoción. Que por mi parte había admiración y estima, no lo niego, pero no es menos cierto que mi percepción musical, que no es mala del todo, se crecía oyéndole aquellas escalas con sabor propio, aquellos acordes con oportunos agregados de sextas, quintas, séptimas aumentadas o disminuidas… Vamos un músico con una fantasía, una creación, un ensueño y una magia, proverbiales. 

Y por si faltaba poco creó y dirigió la Bigband, con los mejores instrumentistas de viento del entorno, participó en la Sinfónica de Castelló, acompañó a un sin número de corales y también de figuras destacadas que vinieron a actuar en tiempos de fiesta por estos lares… y ¿Qué más? Pues mucho más, pero en estos momentos de pesarosa angustia, mi memoria se niega a obedecerme sojuzgada por el pesar.

Sí, queridos lectores, a ese artista lo tuvimos en Castellón. Pudo ser grande, muy grande, pero su modestia, su vida placentera con los suyos y con su entorno le llenaron lo suficiente para vivir una existencia plena e intensa de alicientes y atractivos.

Alejando García ha entrado, por sus muchos méritos, por su carácter, por su talento y musicalidad en el Olimpo de la historia de su geografía natal, en la que discurrió su existencia.

Descansa en paz amigo del alma. Tu hueco en mi corazón jamás podrá llenarlo, la llegada de otro amigo.

Pulsa para ver más contenido para ti