La matrícula CS aún resiste

Ambros, con su Citroën Xsara en su pueblo, Xilxes.

Ambros, con su Citroën Xsara en su pueblo, Xilxes. / Pablo Ramón Ochoa

Pablo Ramón Ochoa

Hubo un tiempo en el que parte de la identidad castellonense residía en las matrículas. Ir por la carretera fuera de la provincia y ver un coche con el CS comandando la chapa era sinónimo de saber que quien iba dentro de él procedía del mismo lugar que tú --a no ser que fuesen de Burriana y el conductor se hubiese ido a Burgos a comprar el vehículo para que la matrícula comenzase por BU--. El CS quedó incluso como diminutivo para referirse en cualquier conversación a la provincia o a la capital, pero desapareció progresivamente de la calzada con la implantación, en 2000, del nuevo sistema de matriculación: cuatro números y tres letras, sin referencias a la provincia. Pero, ¿desapareció del todo? La realidad es que no. Todavía circulan por las carreteras castellonenses 64.477 coches con el código provincial CS, según datos del grupo Solera, especializado en datos y servicios de la vida de los vehículos. Más allá de la nostalgia que pueda producir, lo cierto es que el dato del grupo Solera revela que más del 13% de las reparaciones que se producen a nivel provincial, son a vehículos con matrícula CS: es decir, tienen 23 años o más.

Eso quiere decir que aproximadamente uno de cada diez automóviles ronda el cuarto de siglo, lo que da una idea de cómo es el envejecimiento del parque móvil provincial. Las matrículas con código CS son solo los casos más extremos, puesto que muchos otros vehículos tienen más de 10 años, cifra que los especialistas consideran ideal para la renovación de un coche.

«El parque móvil está muy envejecido, tiene 13 o 14 años de media, y se debería renovar, pero la gente está aguantando los coches al máximo», dice a Mediterráneoel secretario general de Astrauto, Pablo Colom. La agrupación empresarial que dirige aglutina a los talleres castellonenses.

Economía e indecisión

Los motivos, según Colom, de que nuestros coches sean tan ancianos son varios. En primer lugar, el menor poder adquisitivo de las familias en los últimos tiempos. «Estamos en un sitio donde el azulejo manda, y cuando el azulejo va mal se nota: uno de los gastos principales que tiene una familia es el coche».

La otra gran razón para este cóctel explosivo que, de rebote, sigue dando vida a las matrículas CS, es la incertidumbre respecto al futuro de la automoción. «Hay una duda sobre qué tipo de coche comprarse: la gente no sabe si comprarse un híbrido o un eléctrico. Y para comprarse uno y no acertar, entiendo que están esperando a ver si salen más ayudas a los eléctricos para abaratar su coste». Haciendo una comparación con la situación vivida con los aparatos de vídeo en los ochenta, Colom explica que «está siendo el impás ese donde todo el mundo se compra el VHS pero el Beta Max todavía funciona, entonces… ¿Qué hacer?». Para Colom, los consumidores castellonenses «todavía no ven claro el futuro del eléctrico», aunque en su opinión «el coche eléctrico va a venir sí o sí». Mientras se determina esa batalla, hay gente que opta por mantener su coche viejo o, si compra, hacerse con un automóvil de segunda mano, una opción que está al alza en oferta y demanda.

"Yo lo mantengo por el cariño"

Hay una tercera causa que mantiene viva la llama de la matrícula «CS», condenada a la desaparición. Hay gente cuya motivación para mantener su vehículo no es el ahorro o la indecisión por comprar un eléctrico, sino algo sentimental. Es el caso de Ambrioso, un vecino de Xilxes que, a pesar de las ITV anuales y de las piezas que se tienen que renovar a cada poco tiempo, conserva su Citroën Xsara de 1998. «Matrícula de Castellón con la letra AM», dice con orgullo. «Me acuerdo que en mi familia lo compramos cuando salió, que lo anunciaba Claudia Schiffer», dice Ambrosio, que tras 25 años lo mantiene reluciente como el primer día.

«Estos últimos años siempre le encuentran algo en la ITV, pero todo leve. No nos desprendemos de él por el cariño que le tenemos. Yo lo mantengo por el cariño, porque te sabe mal tirarlo al desguace y sabemos que por él no nos van a dar nada», expresa Ambrosio. Ese coche comprado en pesetas lo conecta con «la nostalgia del primer coche» de sus padres, «que también era un Citroën, un Dyane, que lo compraron después de su boda en el ‘74».

Estamos en 2023 y, aunque parezca mentira, conservar un coche de 1998 significa lo mismo que cuando era 1998 y alguien tenía todavía un coche matriculado en 1973. En ambos casos se trata de un cuarto de siglo.

Ambrioso compró un nuevo coche hace unos años, pero utiliza el Xsara para trayectos cortos y para ir a la huerta familiar.

Menos sistemas

No es el caso de Ambros, pero la seguridad al volante es una de las derivadas clave de esta constatación de que el parque móvil está envejecido. Todos esos coches con matrícula CS no tienen los avances tecnológicos en materia de seguridad para los pasajeros que han incorporado las marcas en los últimos cinco o diez años.

«Al final, los coches viejos tienen más problemas y, por ello, hay más probabilidad de que haya accidentes. La gente tiene que cuidar mucho, sobre todo, sus neumáticos. Pero también son muy importantes los airbags, la carrocería… Todo envejece. Los coches viejos no tienen sistemas ADAS, los nuevos sí».