Comenté en cierta ocasión que un día, ya de madrugada, llegó un señor a las oficinas de la Policía Municipal pidiendo, por favor, que le dejaran ir al servicio porque se encontraba de lo más apurado.

Cuando ya hubo cubierto sus necesidades, explicó al agente que estaba de guardia que a esas horas, que en toda la ciudad no había encontrado un lugar donde desahogarse so pena de ir a esconderse entre naranjos.

Lo que no sabía ese señor, digo yo, es que ni a esa hora ni a ninguna otra hubiera encontrado en Castellón unos servicios públicos porque, salvo los nada presentables de la plaza de la Paz, no los hay. Hasta hace poco aún estaban abiertos los de Ribalta, pero era preferible tomarse un café y entrar en cualquier bar porque en aquel palomar se corría toda clase de riesgos. Hicieron bien en cerrarlos.

Lo cierto es que Castellón continúa siendo una ciudad hostil en este sentido con sus visitantes. Los indígenas que conocemos el problema ya nos las ingeniamos para salvar el compromiso en cualquier momento, pero el forastero lo tiene realmente crudo. ¿Por qué no se instalan servicios públicos en esta ciudad?