Ayer se celebraron en la iglesia Mayor de Castellón las exequias fúnebres del único firmante de Les Normes de Castelló que todavía ha visto alborear el siglo XXI.

Juan Simón Matutano había nacido en 1911 y en los alrededores de Santa María se escuchaban testimonios de la trayectoria vital de un castellonense muy poco conocido por las generaciones actuales. Rafael Ribés Pla hablaba de sus contactos con Simón en aquellos foros de Bruselas o Ginebra, especialmente en la FAO, mientras el dentista Álvaro Marco o el corredor de Banca y Bolsa Enrique Ulldemolins recordaban sus compartidas inquietudes juveniles, al igual que Magdalena Mariño, viuda de Genaro Compañ, amiga de María Luisa, única hermana del difunto. Las familias Chillida y Pascual Felip representaban en cierto modo el núcleo familiar. El filólogo Vicent Pitarch y el antropólogo Alvar Monferrer se lamentaban de la escasa asistencia institucional, aunque el arquitecto Vicent Traver G. Espresati pudiera representar al Consejo Municipal de Cultura, Antoni Porcar a la corporación municipal y Ferrán Sanchis al mítico Centre Excursionista.

LOS FIRMANTES Precisamente ha sido Pitarch quien ha recordado siempre a los seres humanos de Castellón que fueron firmantes de Les Normes: Maximiano Alloza, Almela y Vives, Emilio Calduch, Honorio García, Salvador Guinot, Ramón María y Gaet Huguet, Josep Pascual Tirado, Miquel Peña, Juan Bautista Porcar, Luis Revest, Luis Sales Boli, Ángel Sánchez Gozalbo, Enric Soler Godes y el propio Juan Simón Matutano, además de la institución como tal Sociedad Castellonense de Cultura.

Simón Matutano intervenía como joven bibliotecario de la Castellonenca cuando en julio de 1930 se publicó la famosa crida de la Taula de Lletres Valencianes, que ayudó a desembocar en la firma unificadora de Les Normes el 21 de diciembre de 1932. Se cumplía un aniversario.

No tuvo tiempo de contraer matrimonio. Técnico comercial del Estado por oposición pronto ingresó en el Ministerio de Comercio y fue comisionado para representarle en la junta de gobierno del Banco Exterior de España, del que era consejero cuando destacó como redactor del primer Tratado Comercial de España con México, aunque su periplo de viajes por el mundo, con largas estancias en Brasil, Extremo Oriente y Suráfrica, cuando fue nombrado director de la Compañía Española de Tabacos de Filipinas. Su gran aventura vital lo situó en Johanesburgo en sus años de madurez intelectual, antes de venir a Palma de Mallorca, como delegado de Comercio de Exterior.

Personalmente he tenido la alegría de pasar muchas horas de mi vida con Juan Simón cuando cada día venía a la librería Armengot, cada día se compraba un libro y mostraba siempre su cultura, su erudición desde los cuatro o cinco idiomas que dominaba y, en el fondo, su aureola de hombre solitario, aunque con la etiqueta de Castellón en la solapa de su chaqueta.

Sus últimos años en la residencia de calle Herrero y en su piso de la ronda Mijares le obligaron a encerrarse un poco más dentro de sí mismo, sin hablar demasiado de su peripecia humana por el mundo, con mil aventuras vitales, llena de avances, unos hacia adelante y otros hacia atrás, de los que Juanito Simón, con su carga de nostalgias y el apacible carácter que le adornó ese haber pasado por todo y al que ya nada le sorprende.

Solamente la muerte, en su llamada definitiva.