Ha vivido dos vueltas al mundo junto a su mujer, Ramona. Se casaron en 1940. Tienen cinco hijos, nueve nietos y cuatro biznietos. Es profesor mercantil y desciende de los Pancheta maternos, labradores. Con menos de 20 años era representante de su tío Pepe Pla, exportador, en Francia, Inglaterra y Yugoslavia. Recuerda las mandarinas, "en cajas de media docena que se regalaban, en los años 20 y 30, en la ópera del Convent Garden".

Ha sido presidente del Club Naútico y como máximo representante del sector arrocero y naranjero de Castellón se acumulan las actividades: Cooperativa Arrocera, Sindicato de Frutos, Comisión Internacional de Cítricos, y en el CLAM era responsable en todo el Mediterráneo de Industria futrícola.

Hoy le duele pensar que la naranja, "que ha sido la riqueza de la que hemos vivido, va a convertirse en un problema y una ruina para muchos".

Vivió de lleno las dos españas con sentimientos que confluyen. "Mientras los abuelos paternos, liberales, de Llucena, eran de rosario diario y tenían en casa una Virgen que aún conservo, los maternos tenían en esta casa una Madonna.

Escucha música clásica y lee mucho, filosofía, historia, costumbrismo... Es colaborador habitual en la prensa y ha escrito numerosos libros (Entre dos banderas, Catador y trotamundos, La naranja española en 1947, Contes de la terra, del cel i del mar...). Impulsor del museo etnográfico local y devoto de las tradiciones, posee la sabiduría que se ha cosechado con los años, fruto de sus inquietudes y curiosidad permanente. "A mi edad no tengo ni sueños. Quisiera que el mundo cambiara. Que los poderosos supieran administrar el poder". Pero sueños son la mar, en femenino, y su vida navegando, pescando el atún. "La mar es como sentir que vuelas, el espíritu se abre".