"Esa gente que hace los atentados, no son musulmanes; son asesinos". Así de contundente se expresa Youssef Aoussar, un joven marroquí de 33 años, que vive en Castellón. Youssef recuerda que el islam no justifica a quien "mata inocentes en trenes". Este musulmán colabora algunas veces como voluntario en el comedor del Padre Ricardo y, durante estos días, cumple con el Ramadán, que, como recuerda, "es el quinto pilar del islam".

Youssef se levanta muy temprano. Debe apurar los últimos minutos para preparar su alimento antes de las 6.15, que es la última hora poder comer. Después, se va a trabajar: "El lunes trabajé con cuatro marroquís y con cada uno gané 10 euros. Después, hice la compra y empecé a preparar una sopa que es muy importante en Ramadán, se llama harira. La preparo para tres días y la meto a la nevera".

Algunos musulmanes acuden a cenar durante estos días a la mezquita porque los que asisten al rezo suelen traer comida. Pero él prefiere hacerlo en casa. Suele finalizar el ayuno tomando un número impar de dátiles. Como explica, los fieles acostumbran a llenar sus mesas durante el mes bendito, pero, al haberse abstenido de comer durante todo el día, no pueden tomarlo todo de golpe. Con un poco ya quedan saciados. Además, defiende que el ayuno es bueno. "Una compañera en Marruecos tenía problemas de estómago de joven. El primer año que ayunó se puso bien del estómago", afirma.

Recuerda que en Ramadán "no se puede comer, ni fumar, ni mirar de forma libidinosa a tu mujer; no se puede beber, puedes limpiar tu boca, pero no se puede tragar el líquido", afirma. Como explica, la diferencia de vivir este mes sagrado lejos de Marruecos "es que aquí uno se siente solo, fuera de su tierra, lejos de su familia", asevera. Además, según explica, en su país, "en el día en Ramadán es imposible ver a alguien fumar. Aquí lo ves y tienes que respetarlo".

"Aquí hay que luchar para comer", concreta. De hecho, el ayuno no es incompatible con el trabajo. "A lo mejor tienes que trabajar y sudar en el día de Ramadán", indica. "Hay que aguantar. Porque en Ramadán no tienes que molestar a nadie o enfadarte. No hay que discutir, ni hablar de espaldas a la gente. Hay que relajarse y estar tranquilo. Es una ocasión de perdonar", destaca el joven Aoussar.