El inmenso por tantas cosas Camilo José Cela escribió en su tiempo un artículo que a mí me pareció memorable --y por eso lo conservo--, que lo tituló Andar por andar y, de paso, ver. Después de once meses trabajando, generalmente el empleado, funcionario o dependiente aprovecha un mes de vacaciones para caminar, sí, pero especialmente para ver. Andar por andar y, de paso, ver. Conrado Font gustaba de comprar libros todo el año --yo le vendí más de mil-- y, de paso, leía los que podía. También compraba cuadros de pintores amigos o de pintores con cierta notoriedad aunque no los conociera personalmente. Los compraba, los colgaba en su salón, las habitaciones y pasillos de la casa y, de paso, los miraba, los admiraba en muchos casos. Yo creo que en realidad Conrado era un amante del coleccionismo. Andar por andar. Coleccionar. Tener y ver. Ya es sabido que colección es un conjunto de cosas de la misma clase, reunidas por alguien por gusto o curiosidad, tal vez por costumbre. Y coleccionista es la persona que por afición se dedica a coleccionar ciertas cosas. Y en ese capítulo se encontraba Conrado Font Llopis, todo un personaje.

DOS AMIGOS // El hecho forma parte de nuestro caminar por la vida. En los últimos meses he perdido a dos amigos, que fueron compañeros de mi aventura teatral de juventud y han seguido siendo amigos hasta el final de sus días, pacientes seguidores además de mis colaboraciones radiofónicas y periodísticas. Se trata de Pedro Díaz y de Conrado Font, que ocupa la página hoy. Cuando pasé a formar parte del pequeño grupo de jóvenes que pusimos en marcha como teatro parroquial lo que había sido cochera del Palacio del Obispo, en la calle Gobernador, tanto Pedro como Conrado formaban parte del cuadro escénico del Frente de Juventudes, con actuaciones espléndidas además en los festivales veraniegos de los Campamentos y en funciones benéficas de cualquier escenario de Castellón y de la provincia. Siempre se ha dicho que el hecho teatral une a quienes forman parte del mismo. Los ensayos tienen un ritual y unos códigos que no suelen estar en otras actividades, con la salida nocturna y el paseo por las calles solitarias de la ciudad, hablando unos de otros y todos a la vez. Por otra parte, las vísperas del día del estreno tenían --tienen-- una magia especial que aumenta tus ganas de ser, de vivir, para participar en la vida común con la vida de un personaje de ficción. Y eso se prolonga, año tras año, reunidos todos en torno a una mesa. Los chicos y las chicas.

LA VIDA // El matrimonio formado por Conrado Font Ric y Felisa Llopis Agost, él significado Inspector de Recaudación de la Renfe, tuvieron en Castellón a dos hijos llamados Felisa y Conrado. La chica, se casó con el funcionario Avelino Batán González y tuvieron tres hijos, José María, Rosa María y Jesús. Por su parte, Conrado, que había nacido el 1 de agosto de 1934, fue a la Consolación, estudió el Bachillerato en la Escuelas Pías y se volcaría en conseguir la titulación de varias licenciaturas: Intendente Mercantil (hoy asimilable al grado de Doctor, con tan solo 19 años, el más joven de España), Graduado Social, Abogado y Censor Jurado de Cuentas de España (Auditor). Su primera pasión fue el teatro, aunque sin salir de los escenarios locales. Después, al ingresar en la Caja de Ahorros de Castellón, institución que tanto ha significado para él, se interesó por el coleccionismo. Pero entre unas y otras cosas, formalizó su noviazgo con la muchacha alcorina Berta Arquer Elías y con ella contrajo matrimonio el 1 de marzo de 1962 en la iglesia de la Asunción, del l’Alcora. Y fueron naciendo los hijos, otra de sus pasiones vitales. El mayor, también Conrado, fue igualmente funcionario de la Caja. Después José Antonio, Berta, Santi y Nuria. Hay once nietos: Marta y Beatriz; Maristela, Berta y Jaime; Elena, Berta y Javi; Patricia y Santi. Y Marcos, el más joven. Hermoso coleccionismo.

LOS BANCARIOS // Al incorporarse Conrado Font a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Castellón, cumplía uno de los sueños que tantos castellonenses tenían. Es decir, ser funcionario de la Caja o de una institución bancaria. Él lo había sido antes del Banco de Vizcaya, pero se presentó a unas oposiciones y accedió por la puerta grande a la central, que ya estaba entonces en el viejo edificio de la calle de Caballeros, esquina a Plaza de la Hierba, donde empezó una carrera que le llevó a inaugurar y ser director de algunas oficinas de la Caja, en Betxí, en Onda, en alguna sucursal de la capital y, especialmente, en l’Alcora, lugar donde conoció a Berta, la que sería su mujer y donde nacería alguno de sus hijos. Por todo, la Caja de Ahorros forma parte de su vida, está lleno de experiencias allí. Nunca pudo olvidar aquel 27 de abril de 1973 cuando se inauguró la nueva sede en un acto con el gobernador del Banco de España, Luis Coronel de Palma, con el fiscal del Tribunal Supremo, Fernando Herrero Tejedor, con el Cardenal Tarancón. En el acto, se recordó que la entidad se había constituido oficialmente el 21 de enero de 1900. Su primera sede estuvo en el número 15 de la plaza del Real y allí se hacía público que el fin primordial de su creación fue la prestación de una labor benéfica frente a la usura. Tiempos lejanos.

LA CAJA DE AHORROS // En tiempo de tribulación cuando se está redactando esta página queremos añadir --Conrado en espíritu y yo aquí-- una pequeña información- en este último epígrafe diciendo que la Caja de Ahorros de Castellón, a finales de los años setenta tenía unos recursos ajenos que de 18.450 millones de pesetas pasaron a 95.769 millones. Y los préstamos y créditos, de 9.952 a 63.071 millones. En 1990 los recursos ajenos ascendían a 107.611 millones, las inversiones crediticias a 68.830 millones, con un beneficio bruto de 2.677 millones de pesetas. Contaba con 101 oficinas. Son los hechos. El 20 de febrero de 1991 se firmó la fusión de la Caja de Castellón con la Caja de Valencia, a la que se incorporaron las Cajas de Segorbe, Sagunto, Carlet y Onteniente y nació Bancaja. A continuación se creó la Fundación Caixa Castelló. Como en todo, en estas líneas hay principios y finales. Andar por andar. Y, de paso, ver. H