El historiador Bernardo Mundina Milallave, en su gran obra sobre la provincia, cita a Hervás entre los seres humanos de gran relieve en la ciudad de Castellón. El arquitecto y alcalde, también historiador, don Vicente Traver Tomás, me habló de él personalmente, en aquellos años en que els sabuts de nuestra ciudad venían por la librería y me contaban algo que yo “tenía la obligación de saber” de personajes castellonenses con singular notoriedad. Ellos me dieron noticias del protagonista de la página de hoy, el ebanista José Vicente Hervás, que realizó una sorprendente y famosa urna con más de 5.000 piezas, una gran obra de arte en suma, para la Virgen de Agosto.

El nombre de Hervás ha pasado a la posteridad por la calidad y precisión en su oficio artístico de ebanista. El objetivo principal de su obra fue nada menos que en homenaje a una imagen santa castellonense. Y la completó con un artístico armario de 78 centímetros de frente, por 60 de profundidad y 112 de altura, construido con líneas y molduras clásicas a las que se unen en sus ángulos unas finísimas columnitas que delatan la inspiración gótica en que se apoyó. Entre continente y contenido se trata de una joya. Traver asegura en sus escritos que se halla “a l’ombra del Campanar”.

BERNARDO MUNDINA // Mundina nació en Onda en 1839 y falleció en Castellón el 6 de julio de 1909. Y aunque pintor-artista, fue considerado siempre como un hombre de letras. Se formó junto al maestro Oliet, aunque estudió en la Escuela de Bellas Artes San Carlos, de Valencia, donde después sería profesor entre 1861 y 1868. Trasladado a Castellón fue profesor del primer instituto de Enseñanza Media. Pero lo destacable es que abrió una academia de dibujo y pintura, donde se formaron la mayor parte de los pintores castellonenses de la época, aquel final del siglo XIX. Pero su prestigio ha llegado hasta nosotros como autor que fue de un relato biográfico del personaje de hoy, el ebanista José Vicente Hervás, además de un listado de hombres célebres como el médico Miguel Juan Pascual, el obispo Andrés Caperó, el pintor Ribalta, la poetisa María Egual, todos con su nombre o apellido en calles de Castellón. Y cita también, como digo, y de un modo destacado, al ebanista Hervás, como muy hábil profesional, autor, dice “de una magnífica urna compuesta por más de cinco mil piezas de diferentes colores, cuyos dibujos y artística combinación, llamaron la atención en cuantas partes se presentó en una peregrinación regional de su obra religiosa”.

LA VIDA // En Carlet, población valenciana de la Ribera Alta, a cuyos nativos se les llama ‘carletins’, nació José Vicente el 29 de agosto de 1800, hijo de los labradores José Vicente Hervás y Ana María Nogués. Los felices abuelos paternos se llamaban Bernardo Hervás y Rosa García, y los maternos Domingo Nogués y Gracia García, todos ‘carletins’. Al chico se le impusieron los nombres de José, Vicente y Bernardo. Tuvo dos hermanos, bautizados como Domingo y Joaquín.

En la capital de Valencia aprendió el chico dibujo y ebanistería en el taller de Vicente Velázquez. Allí conoció a Inés Fabregat Asarau y con ella contrajo matrimonio a finales de 1820. Sobrina de mossén Félix Asarau, hermano de la madre de Inés, Don Félix era Beneficiado de la Catedral de Valencia y fue reconocido como Preceptor de Mayores de las Aulas de Gramática de Castellón, cargo que había obtenido en marzo de 1804. Fue un personaje decisivo en la vida de Hervás, ya que, hacia 1834, al fallecer el eclesiástico en Castellón unos años antes y dejar una muy amplia herencia a su sobrina y el marido, obligó a estos a venir a Castellón para hacerse cargo de la sustanciosa donación, aunque después de numerosas gestiones y trámites administrativos que obligaron al matrimonio a establecer su vivienda aquí, en la calle Gracia, en el entorno de la calle Mayor.

SAN AGUSTÍN // Me dice doña María Moliner en su diccionario que un ebanista es un “carpintero de muebles y trabajos finos”. Y como Hervás tuvo que abrir aquí su taller profesional, casa y taller que fue para él vida y oficio, pronto destacó por sus trabajos y su finura. Además de la famosa urna, participó activamente en la iglesia de San Agustín, efectuando el arcón y el altar mayor de la iglesia en 1849, reconstruyendo el desastre y profanación que causaron las tropas francesas con motivo de su ocupación en nuestra tierra en la Guerra de la Independencia. Y eso dicen algunos historiadores, cuando a partir de esa fecha ya comenzó a manifestarse su sensación de que se encontraba muy enfermo y sin “sostenerle las piernas”, según su confesión. Pero todavía hacían aparición sus dibujos y pinturas de gran calidad, no solamente referentes a mobiliarios, sino también a cuadros al óleo, todos de gran valor pictórico, especialmente su autorretrato. A pesar de sus dolencias demostró como le alcanzaban todavía las ráfagas románticas. Hay un cuadro en el que muestra el modelo de una curiosa indumentaria, melancólica e inteligente, el bastón en que se apoya, todo parece confirmar el recuerdo de que fue hecho cuando, ya inválido, pasaba los días en un sillón.

LA FAMILIA // Tengo referencias de dos hijos de José Vicente. Una chica, llamada Teresa Antonia, que pasó como monja gran parte de su vida en un convento de Orihuela hasta el punto de que allí fue enterrada al morir. La Virgen de Agosto de su padre estuvo allí con ella, en el convento, durante un tiempo.

También fue padre de un chico, Francisco, es decir ‘Quico’ Hervás, que siguió con los trabajos de carpintería de su padre y trasladó el taller a la calle de la Trinidad. La labor fue continuada por un nieto, Francisco Hervás Prades y deslumbra la aparición posterior de la biznieta, Teresa Hervás Cazador, que casó con Vicente Badía, el castellonense del que yo conozco su último traslado del taller a su nueva casa de la calle de Fola, entorno a 1921, donde alguien memoriza un dibujo del abuelo Hervás de 250 por 195 milímetros, encuadrado en un marco de finísima ebanistería que, según Traver Tomás, induce a pensar que de las manos del primitivo Hervás o de su taller salieron un buen número de marcos que encuadran viejas estampas de la Mare de Déu del Lledó, documentos y grabados de aquella remota época y que seguro que se guardan en antiguas casas de la ciudad de Castellón. H