El resultado de las pasadas elecciones catalanas, catalogadas como plebiscitarias por la propia coalición Junts pel Sí, ha evidenciado dos cosas: que la mayoría de catalanes no quieren la independencia y que el señor Artur Mas está siendo un mal presidente de la Generalitat y un peor presidente del partido que representa.

Su gestión en Convergència Democràtica de Cataluña no puede ser peor: ha convocado en dos ocasiones elecciones anticipadas, en 2012 y 2015, en ambos casos ha obtenido peores resultados y, en esta última ocasión, ha arrastrado a ERC, pues la coalición formada por ambas formaciones ha obtenido 9 escaños menos que la suma de ambas por separado en las anteriores elecciones del 2012. Por si fuera poco, es posible que pierda la presidencia de la Generalitat, pues necesita los votos a favor de uno de los grandes beneficiados de estas elecciones, la Candidatura de Unidad Popular-CUP, que ya ha manifestado su intención de no apoyar a Mas en la investidura.

Para conseguir una hazaña de este calibre el señor Mas no ha dudado en dividir a la sociedad catalana, ha desobedecido la legalidad, y ha sido imputado por ello, se ha esforzado en crear un ambiente internacional de incertidumbre, y ha centrado todos sus esfuerzos en la causa nacionalista obviando aspectos vitales de lo que significa gobernar, por lo que ha dejado a Cataluña como la comunidad autónoma con mayor volumen de deuda.

Y la llave para formar el gobierno que debe lidiar con todo esto la tiene un partido asambleario, la CUP, antisistema, que ya ha declarado por voz de su candidato Antonio Baños “…la legalidad española puede y debe ser desobedecida”. Casi nada… H