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OPINIÓN

La opinión de Pepe Beltrán | Supersticiones

Sergi Escobar, entrenador del CD Castellón.

Recién estrenado mi primer abono del CD Castellón, vivía con asombro y dedicación mis primeras experiencias sexuales. Por aquel entonces eran causa de ceguera a decir de la misma Iglesia que luego se tapaba los ojos para no ver sus pecados. Sea como fuere, llegué a colegir que el onanismo derivaba en castigo divino en forma de derrota albinegra, provocándome una tremenda desazón al tener que elegir entre las necesidades de mi equipo y las de mi cuerpo. Solo añadiré que ese año el Castellón descendió a Segunda y batió todos los récords negativos . 

El mundo del fútbol es el hábitat natural de los supersticiosos. Desde los clásicos que se santiguan al entrar al campo, a los que lo hacen con el pie derecho aunque para ello tengan que acomodar el paso a base de saltitos, a otros que se sientan siempre en la misma butaca del autobús, solo juegan con botas viejas o huyen de un color por gafe, los que no tocan la copa antes de la final y no pocas excentricidades rayano lo ridículo. Entre ellas figuraba --nunca mejor dicho-- la de un entrenador que vestía calzoncillos con los colores del equipo de turno, y que no dudaba en exhibirse públicamente alardeando de sus andrógenos.

Desconozco hasta qué extremo llegan las manías de Sergi Escobar ni si las tiene. Siento curiosidad por saber si repite ropa, se obsesiona con algún gesto o si sus rituales solo son efectivos mientras no se conozcan, y tampoco es cosa de estropearle tamaña exhibición de fe con vistas a prorrogar esa racha de resultados que nos ha devuelto la ilusión, pese a mi manifiesto agnosticismo sobre las opciones del equipo sin refuerzos y sin la cohesión y fuerza moral que les imbuye este técnico. 

Pero ahora la pandemia ha paralizado la competición. En ese sentido, un magnífico reportaje de este periódico recordaba una situación similar en 1986, cuando una gastroenteritis aguda y multitudinaria desarmó al equipo y tuvo que aplazar su cita copera en Langreo --era una eliminatoria a partido único-- y hasta forzó a varios jugadores a hospitalizarse en su regreso a Castellón. No quisiera ser agorero, pero por completar la información añadiré que cuando se pudo disputar aquel encuentro, con todos los futbolistas recuperados y en plenas facultades, el rival nos endosó un contundente 2-0. Crea o no en estas supercherías, bien haría Sergi en trabajarse algún conjuro o sortilegio. Porque haberlas, haylas. 

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