La granja escuela Can Joan es un lugar idílico donde se respira paz y buenas vibraciones. A ello contribuye la familia de Joan Rius, propietario y fundador del centro, que con su trato afable y cercano consigue que cualquiera se sienta como en casa. Algo así debió pensar la comunidad educativa de la residencia y centro de día de discapacitados psíquicos profundos El Collet de Benicarló que, tras realizar una excursión al enclave, y ver la reacción de los usuarios al entrar en contacto con los animales, decidieron iniciar allí un proyecto terapéutico.

Hay estudios que demuestran que la comunicación directa con los animales favorece el desarrollo global de las personas, “por eso pensamos en poner en marcha un programa terapéutico en Can Joan con la finalidad de que nuestros internos se beneficiasen de todo lo que conlleva la experiencia”, explica Susana Lores, directora de la entidad. La organización inició el programa hace dos meses con muy buenos resultados, “ya que estos discapacitados reciben estímulos en un clima de tranquilidad y serenidad, al tiempo que exteriorizan las emociones”, asegura Lores.

De hecho, Magda, la esposa de Rius, y la trabajadora de la granja Alba Esteller afirman que “nuestro objetivo era acercar al máximo a los chicos a un entorno natural fuera de la residencia, por lo que “cuando Susana nos propuso la idea, nos pareció una iniciativa laboral muy interesante, además, el ver las sonrisas en sus rostros y el cariño con el que tratan a los animales que tenemos nos aporta una gran satisfacción personal”.

Los residentes se han integrado completamente, colaborando en la alimentación, cuidado e higiene de los potros”, añade Magda, quien pone como ejemplo a Mercedes, “que era reacia a salir de la residencia porque solo quería estar en un lugar conocido y desde que viene es feliz” .

REACCIONES

La empleada de la granja confiesa que le encanta estar con estos benicarlandos, además le ha servido como acicate para empezar un curso de terapias asistidas con perros y caballos. Y es que asegura que “no hay más que ver a Nati, que ahora está mucho más comunicativa”.

Sin duda alguna, se trata de un lugar mágico que Rius convirtió en granja escuela cuando “las cosas en el campo iban mal, hace 14 años, por lo que decidimos reconvertirla. El último en llegar es un cachorro de llama que nació hace una semana y al que han bautizado con el nombre de Carlitos.