La junta de gobierno del Ayuntamiento de Benicàssim dio ayer luz verde a la licencia de derribo de los dos edificios del Termalismo, que habían solicitado los propietarios tras declarar los inmuebles en estado de ruina. De este modo, los trabajos podrán comenzar al pasar la Navidad, durante enero, con un plazo de ejecución máximo que han establecido en tres meses, con el objetivo de que estén finalizadoss antes de Semana Santa, explica el concejal de Urbanismo benicense, Carlos Díaz.

También acordaron otras condiciones, «como que la circulación de vehículos pesados se realice por las vías que no sean principales para no atravesar el núcleo urbano para causar las menores molestias», matiza el edil.

El proyecto de demolición se ha gestionado a lo largo de los últimos meses, ya que, tras la supervisión de diferentes técnicos, determinaron que parte de la estructura está en mal estado.

Tras completar el derrumbe, está previsto iniciar una ronda de conversaciones, primero entre los dueños --las familias Farnós, Carpi y Forner-- y después, con el equipo de gobierno y fuerzas políticas del Ayuntamiento, con la finalidad de pensar en el futuro de esta privilegiada parcela, que se sitúa sobre lo alto de una colina, con vistas de todo el litoral.

PREDISPOSICIÓN // «Desde el Ayuntamiento, por supuesto que estamos dispuestos a sentarnos para abordar el asunto. Es un tema de interés general, tanto para los propietarios como para Benicàssim, y debe tratarse con un consenso mayoritario», puntualiza Díaz. «Lo que se haga, que sea lo mejor para la ciudad», recalca el concejal benicense sobre el futuro del emblemático espacio.

La construcción ocupa alrededor de 8.000 m2 y tiene seis plantas. El primero de los bloques se construyó en 1963, mientras el otro algo más tarde, en 1967.

El Centro de Termalismo impulsó el turismo en la localidad costera e instauró en España los tratamientos de talasoterapia con agua marina. Funcionó durante 25 años, hasta 1992, casi los mismos que lleva cerrado.