Las cartas y el fútbol tienen a veces, sin duda, su coincidencia. Lo de ayer en el Madrigal era como una partida de guiñote en la que, con tres a cero en el primer coto, el Villarreal se disponía a cerrar el mismo. Además, con buenas cartas. Y ya se sabe que en el juego hay una máxima clara: cuando puedes sentenciar, debes hacerlo y no darle vida al contrario. Como en las cartas, acabar bien el primer coto --o la primera vuelta, en este caso-- no asegura nada, pero te da esa tranquilidad para jugar el segundo. Así que cuando las cartas te van de cara debes saber jugarlas, ya que no sabes como van a venir a la siguiente.

Ayer, no supimos jugar los triunfos, no aparecieron los ases y acabó siendo un juego ramplón y soso. Lo que menos me gustó fue esa sensación de relajación, de que nos veíamos superiores, cuando era una finalísima en la que, creo, nos faltó agresividad para sumar tres puntos, un coto, y estar más cerca de ganar la partida. Eso sí, el encuentro de ayer es curioso, porque mirándolo fríamente el empate fue hasta bueno. Esperemos que las cartas nos sean propicias en la siguiente.