Primero fue un típico caso de saudade (la morriña que, casi siempre en invierno, acusan algunos deportistas brasileños que trabajan fuera de su país) el que prolongó en exceso sus vacaciones navideñas. Ahora, el calentón por los malos arbitrajes en la Copa --tan ciertos que no se lo discutimos-- provoca que Vander Carioca levante de nuevo la voz.

Vander quería irse... ¡Tampoco era para tanto! Lo peor de los lamentos del pívot brasileño --casi con lágrimas en los ojos tras la derrota ante el Interviú-- es que han desvelado algunos asuntos internos que debían haberse tapado, por lo menos, algunos días más. A las puertas de una final continental, la tercera para el Playas, y un nuevo fracaso copero no beneficia que el entorno se salpique con posibles ofertas o con posibles renovaciones.

Vander, pese a tener razón en sus quejas y, lógicamente, estar abatido por su maltrato arbitral, debería haber esperado hasta la noche del miércoles para desfogarse, ya con media Champions en su bolsillo. Quizás entonces su estado de ánimo hubiese estado ya más calmado.