Los amarillos no encontraron ante el Mallorca la fórmula para conseguir la tranquilidad (1-1)

El Villarreal parece no querer subirse al carro de la tranquilidad. A la ocasión perdida la pasada semana en Sevilla, los de Benito Floro sumaron ayer su impotencia para doblegar a un Real Mallorca al que le bastó un poco de orden y la creatividad de Ibagaza para pescar un punto en el Madrigal. A ocho jornadas para la conclusión de la Liga en Primera División, los amarillos siguen debatiéndose entre la zona templada y la caliente, la que promete estar al rojo vivo en las últimas fechas de la competición.

El partido de ayer era clave. Así lo anunció Floro en la víspera, y así lo consideraban también sus jugadores. Sin embargo, el atasco fue mayúsculo. Los tres puntos de ayer marcaban la frontera entre un final de temporada no cómodo, pero sí asequible, y la intuición de que el Villarreal puede volver a sufrir tanto como en la pasada campaña, en la que la incertidumbre no se resolvió hasta la penúltima jornada de la Liga.

Sólo son necesarios ocho puntos --algo más de dos victorias-- para respirar y pensar ya en la próxima temporada. Pero ese deseado respiro pasa por resolver de una vez por todas el mal endémico que arrastra el equipo amarillo: la falta de gol. Porque ni con Palermo ni con De Nigris, ni con los dos juntos. La poción mágica se resiste a aparecer en el caldero de Benito Floro.