Sentado el pasado viernes delante del televisor, y escuchando la radio, tenía la carne de gallina al comprobrar dónde ha sido capaz de situar a esta provincia un club tan humilde como el Villarreal. Estaban celebrando en Ginebra el sorteo de los emparejamientos en la Liga de Campeones y la Copa de la UEFA, y no era un sueño, sino una gran realidad en amarillo y azul. Dentro de una de las bolas, la papeleta con el nombre del Villarreal CF. Algo impresionante que la afición al fútbol de esta bendita provincia llamada Castellón, hasta la fecha, no ha sabido reconocer en su justa medida.

Sí, porque no es de recibo que el campo del Madrigal no se llene a rebosar dentro de algunas semanas cuando llegue la visita del Galatasaray. Ni por asomo pensábamos en un acontecimiento de esta índole hace unos años, más bien unos meses. Es algo que sólo está a la altura de unos privilegiados que además viven en ciudades importantes, pero que nos ha llegado a nosotros y no lo sabemos apreciar.

Y sentado el pasado sábado en lo alto de la tribuna del Madrigal, disfrutando de lo lindo del espectáculo que nos estaba ofreciendo el equipo amarillo, pensaba la enorme factura que están pagando la misma Real Sociedad y el Celta, dicen que por su participación en la Liga de Campeones.

Floro, Roig y Llaneza han querido esta plantilla tan corta, que no da ni para rotaciones. Así que mi apuesta es que nos eliminen el martes en la Copa del Rey, porque con las otras dos competiciones tenemos de sobra.