Un gol de Ballesteros. Con eso le bastó al Villarreal para eliminar al Algeciras en los dieciseisavos de final de la Copa del Rey. Con eso y con mucho sacrificio. Y es que el Submarino tuvo que ponerse el mono de faena para dejar en la cuneta al colista de 2ª A y poder cerrar el año vivo en las tres competiciones en las que participa. Ahora, toca esperar al próximo rival de un torneo que ya ilusiona a los amarillos, que ayer dieron una lección de pragmatismo y oficio.

Y eso que la cosa no empezó nada bien. Doce minutos. Ése fue el tiempo que tardó Juan Román Riquelme en tocar su primer balón. Ése fue el tiempo que le costó al Villarreal darse cuenta de que esto de la Copa del Rey también iba con ellos. Porque, hasta ese momento, era López Vallejo el que vivía entre agobios. La presión rival era asfixiante y los amarillos no eran capaces de sacar el balón.

PARADÓN DE VALLEJO Hasta una mano prodigiosa del navarro salvó el 1-0 cuando apenas se llevaban dos minutos. Pero el fuelle del Algeciras se acabó en ese minuto 12. La aparición de Riquelme espoleó a sus compañeros. Guayre empezó a ofrecerse. Roger apareció en el centro del campo. José Mari y Víctor lo intentaban por velocidad arriba. Y así, la diferencia entre un Primera de la zona alta y el colista de Segunda no debía tardar mucho tiempo en hacerse evidente. Pues justo lo que le costó a Riquelme poner un preciso servicio de falta en la cabeza de Ballesteros, quien remató con precisión. 0-1 y adiós al Algeciras.

Los amarillos mantenían la posesión. Sólo la falta de precisión en el último pase y algún fuera de juego bastante justito privaron al Submarino de llegar al descanso con un 0-2, que podría haber llegado en dos buenas acciones de Guayre.

Todo cambió tras el descanso. A Floro no le debió gustar la prueba de Quique Álvarez en el lateral derecho y decidió colocar al catalán en el centro de la zaga, en lugar de Coloccini, que dejó su sitio a Josico. Pero, lo peor es que el Villarreal se echó atrás, empeñado en defender su renta. Y eso es algo que consiguió hacer sin muchos agobios, por más que desde la grada se intentaba empujar a los locales. El único recurso de los de Ortuondo fue el cuerpo a cuerpo. El partido se volvió bronco, con Armentano como protagonista de todas las refriegas.

José Mari pudo acabar con ese agobio. Primero, en una acción en la que no supo resolver sólo ante Iñaki. Después, en un disparo que se estrelló en el palo. Era el minuto 63. De ahí hasta el final, sufrimiento, pero controlado, porque el Algeciras no llegó a disponer nunca de una ocasión clara para lograr el empate.