Si las cosas no son como empiezan, si no como acaban, a nada que siga la racha los aficionados del Barcelona no se acordarán al final de los ridículos comienzos de su equipo allá por el mes de septiembre. Por aquel entonces se sufría en la Liga, la afición añoraba la Champions, Kluivert era actualidad por sus juergas... En fin, el equipo era una auténtica movida.

Resulta que ahora los de Rijkaard suman siete victorias consecutivas en Liga, campean a sus anchas por la UEFA, opositan con fuerza a la segunda plaza de la clasificación y pretenden, aunque no lo digan, dar el golpe definitivo para certificar su cambio de imagen ganando en el Santiago Bernabéu a los galácticos. Parecerá mucho descaro, pero los Ronaldinho y compañía son capaces de eso y más a nada que les acompañe la suerte.

Otro de los perseguidores del Real Madrid, el Valencia, consiguió no perder de vista la estela blanca a costa de un Deportivo que, definitivamente, parece haberla perdido. Los gallegos ya sienten el aliento del Barcelona en el mismo cogote.

Otros que, de momento, también pueden presumir de estar en Europa, están cada vez más hundidos en la Liga. El Celta es una casa de locos donde Cáceres se va de fiesta, Milosevic recrimina a sus compañeros su falta de eso, de compañerismo, y el entrenador prepara listas de jugadores que echará de los hoteles de concentración en vez de confeccionar alineaciones con tranquilidad. ¿El resultado de todo esto? Que va un Espanyol que busca la salvación y te mete cinco goles en casa días antes de que te tengas que jugar la Champions en el feudo del líder de la Premier League. El único equipo que era capaz de salir a flote en situaciones tan adversas era el Equipo A y el Celta ya no puede ficharle.