Allá por mediados de 1900, el gobierno yugoslavo, dirigido por los militares, entendió que debía enganchar al pueblo con alguna otra motivación que no fueran los uniformes. Buscaban una representación a nivel internacional, que no fuera impopular y decidieron fundar un club de fútbol, el Partizán.

Fue dirigido por generales durante casi medio siglo y sus éxitos fueron los de gran parte de los habitantes de aquel país, aunque los seguidores del Estrella Roja no estuvieran demasiado de acuerdo. Fue un equipo poderoso, el primero de Yugoslavia en jugar una final de Copa de Europa. Tan poderoso en deporte como la nación hasta que, en 1992, Yugoslavia sufrió la separación y el ejército tuvo que abandonar el club.

Estos hechos no tuvieron una gran trascendencia en cuanto al poder del club en el nuevo campeonato serbio, pero sí a nivel internacional, al no tener argumentos para enfrentarse a la mayoría de equipos europeos. Pero, de repente, el actual equipo, con jóvenes ambiciosos, está reclamando un lugar en el continente, y hoy lo tienen que afirmar.