El fútbol sala es el único deporte que no para por Navidad. Muy bien lo saben los jugadores del Benicarló F. S., que en unas fechas de recogimiento como éstas, van estar más tiempo en la carretera y lejos de sus casas, que con sus familias.

El miércoles, el equipo cadufero jugó en Segovia el último encuentro de la primera vuelta. Un desplazamiento que iniciaron el martes al mediodía y que concluyeron ya el jueves. El problema es que esta semana no sólo van a repetir partido a domicilio, sino que el viaje es el más lejano posible: a Lugo, para medirse al Muebles Caloto.

De este modo, mientras todos los conjuntos de División de Honor han tenido cuatro días de fiesta, en el Benicarló han sido apenas tres. Ayer por la tarde, Taxio Gutiérrez ya estaba haciendo sudar los turrones a sus jugadores. Y esta mañana, otro entrenamiento para, a partir de las 10.00 horas de la noche, poner rumbo a la ciudad gallega.

Comenzará así una larga, larguísima noche en autobús, para recorrer los más de 900 kilómetros que separan a Lugo de Benicarló, cruzando los dedos para que el mal tiempo y las bajas temperaturas que se avecinan, no supongan un contratiempo más en esta travesía.

Mañana por la tarde, tras descansar un poco y comer, habrá una pequeña sesión, antes de velar el encuentro con el Muebles Caloto, que será a las 20.30 horas del miércoles. Y a la conclusión de la primera jornada de la segunda vuelta, a deshacer el camino para poder comerse las uvas en el Baix Maestrat.

Casi 3.000 kilómetros

Afortunadamente, y con posterioridad a este próximo partido, los jugadores podrán desconectar unos días, ya que el siguiente compromiso será, ya en casa, frente al Miró Martorell. Pero atrás habrán quedado 10 días en los que el Benicarló se habrá metido, entre pecho y espalda, cerca de 3.000 kilómetros.