Cuando Florentino Perez llegó al club, las esperanzas del madridismo resurgieron de las catacumbas en donde las habían enterrado los Sanz, Onieva, etc. Era el mesías que iba a guiar al pueblo blanco hacia la conquista de grandes gestas, un tanto olvidadas ya. El proyecto obnubiló y sedujo a todos los devotos de la causa, hasta que Floren dejó de ser terrenal y se empeñó en convertir el club en una especie de olimpo de los dioses, a base de contratar a todas las vedetes más glamourosas del firmamento, aunque algunas no hicieran ni puñetera falta, que los técnicos decían que las necesidades eran otras, pero el mandatario Pérez hizo caso omiso de la lógica y convirtió el proyecto en una política caprichosa.

A partir de entonces, hubo mucho presidente del Gobierno, mucho ministro, mucho galáctico, mucho empresario, mucho Pitina, mucho jugador-anuncio y mucho bocazas... Hasta Butragueño pareció perder la sensatez alardeando de tener no sé cuántos miles de millones para incorporar futbolistas, con lo que así andarán los precios cuando vayan a por los Joaquín, Reyes, Robinho, Emerson, Adriano, Oliveira y los tres o cuatro holandeses del AZ Alkmaar.... Sin embargo, de fútbol hubo más bien poco.

El rico Florentino Pérez lleva ya dos temporadas de pesadilla, aliviada en las últimas semanas porque todavía puede caer algo, si bien su credibilidad ha menguado tanto como ha aumentado su testarudez.