Nunca había mostrado tanto músculo, enseñando el potencial que se podía tener. En poco más de un mes se ha convertido en el cabecilla de la rebelión de la silenciosa e invisible masa social del Villarreal. La que nunca se manifestaba abierta y públicamente. La que se suponía que estaba, pero nunca había sido vista todavía. Y hasta tienen inquietudes. Y han podido preguntarle mirándole cara a cara. Y él ha podido ver cómo son y qué piensan y desean.

Está siendo un auténtico baño de multitudes. Pero sabe nadar y mojarse, sin inmutarse. No han hecho falta grandes declaraciones públicas para que las máquinas empezaran a construir la enésima ampliación del aforo. Está convencido de que va a conseguir llenarlo. Como también que pronto festejaremos un título. Igual como en su día lo estaba de subir a Primera o jugar en la Liga de Campeones.

Por conseguir, ha logrado que más de 2.000 personas cambien hasta el plan de Pascua y puedan disfrutar en vivo cómo Matías Fernández por fin empieza a devolver con goles el incondicional apoyo que Manuel Pellegrini le ha estado dando y el Guille Franco se especializa en revolucionar el juego del equipo cuando más le hace falta. Qué más daba comerse la mona como siempre se hacía o colaborando en que se vea cumplido el nuevo deseo de que el equipo amarillo se sintiera más arropado y notara las ganas que los múltiples aficionados tenemos de plantar batalla y ser alternativa a las grandes potencias del fútbol nacional.