Héctor Barberá, uno de los pilotos de más talento que ha dado el motociclismo español en las últimas décadas, recuperó ayer su eterna sonrisa, esa que le convirtió en la alegría del paddock hasta que, hace mucho, demasiado, sufrió en Japón el pasado año una caída fea y dañina que le fracturó tres vertebras y casi, casi, le deja en silla de ruedas para siempre. Barberá se levantó y, aunque tardó mucho en volver a caminar, en volver a entrar en el gimnasio, no tuvo miedo en entrar en el quirófano y en recuperarse, poco a poco, de su lesión. Después de 150 días lejos del asfalto, el nuevo piloto de Sito Pons, regresó ayer a la parrilla de 250 cc. Y no solo eso, sino que recuperó el sabor de estar en lo más alto del podio.