El ambiente en los dos equipos es diferente. En el Saxo Bank de Andy Schleck, quien mueve los hilos es Bjarne Riis. Menos humor si cabe. El Astana, en cambio, es el jardín de Alberto Contador. Nada de malos rollos. Buenas caras, risas y a olvidarse totalmente de que se está corriendo el Tour mientras se cena, en los postres o antes de meterse en la cama.

En la jornada de descanso de ayer, Schleck se fue a subir el Marie Blanque y luego hizo un poco de ruta tras coche (pegar la rueda al parachoque trasero y sin aire que moleste alcanzar una velocidad de vértigo, un buen entrenamiento con vistas a la contrarreloj). Contador, más que entrenar, se relajó sobre la bici. No era cuestión de reventar los músculos de las piernas ni ascender ninguna cumbre pirenaica en la jornada de reposo. El grupo de Vinokurov se fue por su cuenta. Contador estuvo con los suyos, y con sus amigos (Jorge y Pakito, de Pinto, buenos cicloturistas) que los acompañaron en el entrenamiento, apenas una hora y media y por el llano. H