No conozco las capacidades adivinatorias de Marcelino, pero el entrenador del Villarreal lo clavó. Me refiero a eso de cagarla cuando se mira la Champions y no la jornada en juego; o se da por ganado un partido porque el rival coquetea con el descenso. Y es que la necesidad puede generar angustia, nervios y… miedo. Sensaciones que, a priori, estaban todas del lado del Valladolid. Y el Villarreal lo sabía. Quizá por eso, y por vivir en la azotea de la clasificación, el Villarreal buscó su éxito en la alianza con el miedo pucelano.

Lejos de contemporizar y matar, los groguets se diluyeron ayer en el José Zorrilla en un juego estéril, se atenazaron hombres tan importantes como Bruno Soriano y se bloqueó la creatividad. Resultado, no se encontró la alianza deseada el día en que debía aflorar la ambición y el hambre de competir. El peor partido de la temporada, y así lo reconoció un disgustado Marcelino.

Ayer, en pleno mes de enero, no hacía frío en Valladolid. Era un día atípico. Igual fue por eso que salió todo al revés. Ganar un partido en Primera División no es fácil, pero con 37 puntos y toda la segunda vuelta por delante hay tiempo para soñar y disfrutar; siempre y cuando no tengamos miedo a ser nosotros. H