El regreso del Castellón a Segunda B pasa por la repesca, después de que el Linares le acabase rematar en Castalia (0-2, 1-0 en la ida). Ni el excepcional ambiente (más de 13.000 espectadores) ni las paradas de Campos, ni la Lledonera revoloteando durante 90 minutos por el coliseo de la avenida Benicàssim fueron suficientes para abocar la eliminatoria a un desenlace radicalmente distinto. Los jiennenses marcaron en la prolongación por partida doble, pero es que antes perdonaron una y otra vez frente un rival superado por las circunstancias. Ahora, el ascenso depende de superar dos rondas más, a priori frente a adversarios muchos menos potentes que los azulillos.

Si Torres lo fió al once de Linarejos, Calderé dio hasta tres vueltas de tuerca al equipo en pos de la remontada. Javi Selvas, milagrosamente recuperado para la causa, sentó a Adrià, lo mismo que Pruden hizo con Dani Pujol (ni convocado) y Yagüe, con Canadell. Una alineación pensada para atacar, con las lógicas precauciones, y juntar a gente desequilibrante cerca de Lopito.

No empezó mal el Castellón, que cumplió a rajatabla el guión imaginado. Primer tiro a cargo de Yagüe (min. 2), primera falta sufrida (sobre Pablo Suárez, min. 3) y primer remate entre palos (Rubén Suárez, m. 4). Pero el Linares es un equipo muy, pero que muy completo, con variados recursos, que sabe manejarse en todos los escenarios posibles.

EXCESO DE RESPONSABILIDAD // Como en la ida, los azulillos no tardaron en desquiciar a los albinegros, presos de una inimaginable sobreexcitación, fruto del exceso de responsabilidad. Una jugada extraña dejó a Juanfran y Rafa Payán solos ante Campos, pero ni uno ni otro atacó el balón y el portero abortó el peligro. Los locales apenas eran fogonazos, como el latigazo del 10 y un testarazo de Negredo algo desviado.

El árbitro prendió la mecha y los albinegros entraron en ignición. El rojo de la camiseta de Campos adquirió dimensiones de frontón en la que murieron los remates de Rafa Payán, Corpas y, en dos ocasiones, de Juanfran. Donde no llegó él, ahí estuvo el poste para repeler el discutido cometido por Javi Selvas antes de volver a romperse y dejar su sitio a Adrià. El Castellón, grogui completamente, tuvo un escaso poder de reacción en los minutos que aún le separaban del intermedio en el que, milagrosamente, conservaba el 0-0, gracias a su portentoso guardameta, al poste e, incluso, a la ayuda celestial.

Estaba por ver qué haría Calderé para que el asalto final diera un giro brutal de 180 grados. La diferencia, aplastante, había sido tremendamente superior incluso al desigual primer tiempo de la ida. Del Castellón de la segunda parte de Linarejos, ni rastro. Un equipo que era un manojo de nervios, descentrado, sin norte. La grada, incansable, demostraba más fe en la cada vez más lejana remontada que los propios futbolistas sobre el césped.

Sintomático que los albinegros demorasen su comparecencia al regreso del vestuario. Sin cambios en el once más que el obligado del minuto 37, era cuestión más de un cambio de actitud, pero Juanfran tardó 17 segundos en volver a inquietar la meta local. Nada cambiaba: la tarde era un suplicio para el Castellón que, paradójicamente, continuaba a un gol de cambiarlo todo.

El Linares manejaba el encuentro con control remoto. Ya no llegaba, pero ni falta que le hacía. Calderé tenía tantas averías que solucionar, que tardó en meterle más mano al equipo. Carrillo y Uriarte fueron las últimas balas. El eldense, para su desgracia y la de los orelluts, ha sido el jugador de la eliminatoria. No llevaba ni un minuto cuando disfrutó de otra ocasión soñada por todo delantero: solo, en el área pequeña… Si en Linarejos la tiró al poste, ayer ni eso: la echó fuera.

ESPEJISMO // Con el equipo roto, Campos reapareció. Quedaba la heroica, un milagro de los de canonización, la ayuda de un panteón entero de dioses. Un par de balones colgados y la segunda amarilla para Fran Carles (el autor del tanto que mantenía a los andaluces por delante) hicieron rugir a Castalia. Dos minutos (más el descuento) y, a pesar de los pesares, la afición aún creía. El Linares encontró la recompensa entonces, con el penalti (esta vez, claro) que Rosales transformó y que supuso la expulsión de Castells, redondeado en la última acción con el de Corpas.

El Castellón está obligado a recomponerse en un tiempo récord, obligado a recobrar la química que los gritos contra Cruz tras el partido, pasándole factura por la mala gestión de la eliminatoria, amenazan con romper. H