Ni la condición de campeón insufló al Barça energía suficiente para iniciar la senda para renovar el título. A muy poco supo el empate de los azulgranas, que con parecido esfuerzo al realizado anoche en Roma, se llevaron el triunfo en el Calderón. Faltó el gol salvador de Messi. Aglutinó la práctica totalidad de los remates, lo que reafirmó la dependencia que existe para que resuelva él. Suárez solo remató en el gol y Neymar despertó tarde.

El Barça fue básicamente Messi y la Roma fue Florenzi, que ayer se ganó la invitación para acudir a la gala de Zúrich del 11 de enero. No para competir por el Balón de Oro, evidentemente, sino para aspirar al premio del mejor gol del año. Desde la línea del centro del campo, junto a la línea de banda, Florenzi vio a Ter Stegen adelantado y probó fortuna. Podía seguir corriendo o intentar la osadía. La lotería premió su arrojo con un golazo. A partir de entonces el defensa fue aplaudido en cada acción. Se agigantó tanto que empequeñeció a Neymar como antes hizo con Ter Stegen al sorprenderle con un tiro tan lejano. Ter Stegen, que luego hizo una gran parada a tiro de Nainggolan, quedó en mal lugar en comparación también con Szeczesny antes de marcharse lesionado en un choque con Suárez. En un feo gesto, por las tiranteces que habían tenido antes, ni se disculpó. Sí lo hizo Nainggolan cuando lesionó a Rafinha en una criminal e innecesaria entrada por detrás merecedora de roja.

DESGRACIA DE RAFINHA // La pretensión de Luis Enrique de dar brío a la medular se desarmó al instante. Entró Mascherano. No probó con Sandro ni Munir. Al Barça le vinieron las prisas cuando desperdició tiempo en tejer jugadas con parsimonia. Agotándose el reloj, tiró de instinto y probó desde todas las esquinas, pero la pared devolvió todas las bolas. H