Nada como los viejos tiempos de la bolsa, cuando el último trimestre del año todo eran buenos deseos: que las empresas ganen dinero, los bancos se lo crean y les hagan préstamos para invertir y así crear nuevos puestos de trabajo, bien remunerados para que los empleados gasten cuando llegue la Navidad. Tal funcionamiento virtuoso era conocido entonces como el de la cremallera, el cierre eficaz del cursor que circula entre dientes para casar economía real y financiera. En esas estamos tanto en Europa como en América desde hace unas semanas.

Ayer mismo, otra sesión alcista en Wall Street, animada por la retahíla de buenos resultados empresariales de las grandes compañías, desde McDonalds hasta Caterpillar. Acompañaban, a media sesión, buenos datos macroeconómicos, como el descenso significativo de las peticiones de subsidio de desempleo. Claro que tanto deslizar la cremallera, ya suenan las primeras voces que piden un alto, no fuera que no se atinara con la temperatura adecuada y haya que hacer el camino inverso, cosa que si se hace con brusquedad, engancha y descarrila el cursor. Este fin de semana se empieza a preparar la próxima cumbre del G-20 y de los gobernadores de bancos centrales en Seúl.

En Europa se siguieron pautas similares. Los buenos resultados de la emblemática Nokia y la nueva revisión al alza del crecimiento previsto de Alemania hicieron crecer los índices un 1,5% de media. La excepción esta vez, para España, donde el Ibex perdió cuatro centésimas y se quedó estancado en los 10.892 puntos.

De los grandes valores, BBVA registró la mayor caída del selectivo español, el 1,9%, después de que reconociera que está interesado en comprar el banco turco Garanti, mientras que Telefónica bajó el 0,83% y el Santander, el 0,45%; en tanto que Iberdrola ganó el 0,61% y Repsol el 0,15%. Ebro Foods presidió las ganancias del Ibex con un alza del 6,67%, seguida de Ferrovial (3,62%) e Inditex (2,91%).