El saneamiento extremo impuesto a la banca el viernes pasado, el abaratamiento del despido, la congelación de los salarios públicos, los presupuestos más austeros de la Democracia, los ajustes en educación y sanidad, la fusión de ayuntamientos o la amenaza de intervenir la soberanía de las comunidades autónomas no bastan. El Gobierno de Mariano Rajoy ha ido siguiendo al dictado el guion impuesto a países como Grecia, Irlanda y Portugal al ser intervenidos, pero eso no ha sido suficiente para impedir que la economía española haya regresado al filo del precipicio.

Con el argumento de una posible salida de Grecia del euro, la desconfianza se cebó ayer con la economía española, identificada como la siguiente presa por los mercados financieros. El temor a que el saneamiento de la banca acabe arrastrando las cuentas públicas, como pasó en Irlanda, se tradujo ayer en un fuerte castigo de los mercados a la deuda pública española y a la bolsa.

ITALIALa prima de riesgo de la deuda española (la diferencia entre el precio del bono español a 10 años y el alemán, que sirve de referencia) superó ayer los 490 puntos básicos, el nivel más alto desde noviembre pasado, cuando llegó a superar los 500 puntos. También empeoró en Italia pero quedó 50 puntos por debajo de la española.

El bono español a diez años cotizó en torno al 6,34%, acercándose peligrosamente a la barrera del 7% que, para muchos analistas, marca la frontera a partir de la cual la deuda pública deja de ser sostenible sin ayuda exterior, es decir, sin intervención. La bolsa cayó el 2,66%, pero llegó a bajar el 3,26%.

Las tensiones en los mercados financieros son enormes. "En muchos aspectos, más elevados que los registrados tras el colapso de Lehman Brothers", opinó el BBVA en un informe remitido a la Comisión del Mercado de Valores de EEUU (SEC). Y volvió el temor a una intervención de la economía española.

El propio Gobierno dio síntomas de haber tirado la toalla. El Gobierno ya ha hecho "todo lo que estaba en su mano" y ahora es necesaria la "cooperación" de los socios europeos, afirmó el ministro de Economía, Luis de Guindos, antes de reunirse con sus socios en Bruselas. "El problema cuando uno está tan integrado en una unión económica y monetaria es que tú haces absolutamente todos los esfuerzos que te piden, incluso algunos tan dolorosos como los que este Gobierno ha hecho desde el primer día que tomó posesión, y cualquier acontecimiento externo puede esterilizar esos esfuerzos", explicó el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo. "Ahora nos encontramos con el caso de Grecia, que después de dos rescates gigantescos y de una quita del 70% se encuentra prácticamente en la frontera del caos", añadió con su habitual claridad.

CREDIBILIDAD DAÑADA El problema es que España se ve obligada a encarar este nuevo zarpazo con su credibilidad dañada. La confianza en el Banco de España, por cómo ha conducido la reestructuración de la banca, ha caído tan bajo que el Gobierno ha tenido que aceptar la imposición de la Comisión Europea (CE) y del Banco Central Europeo (BCE) para que dos consultores externos evalúen la fortaleza de los balances de las entidades y su exposición al ladrillo. El vicesecretario de organización del PP, Carlos Floriano, criticó ayer la "lamentable" y "pésima gestión" del gobernador, Miguel Ángel Fernández Ordóñez.

También es evidente la desconfianza europea respecto al propio Gobierno de Mariano Rajoy. La Comisión Europea no ha querido incluir en sus cálculos sobre la economía española algunas de las medidas anunciadas por el Gobierno por falta de precisión y considera que las cifras de la Seguridad Social no se ajustan a la realidad.

El economista estadounidense Paul Krugman, Nobel de Economía en el 2008, añadió más leña al fuego al publicar en su blog en The New York Times que una inminente salida de Grecia de la eurozona, posiblemente en junio, produciría grandes retiradas de fondos de los bancos españoles e italianos, existiendo la posibilidad de imponer controles a las retiradas de efectivos, en alusión a un posible corralito. Para Krugman, todo dependerá de un cambio de estrategia de Alemania que proporcione a España las garantías para poder rebajar los intereses de su deuda. "Y estamos hablando de meses, no de años", añade.