La familia de Eugenio Olaziregi, vendedor de bicicletas asesinado por ETA el 30 de enero de 1997, siempre supo que las acusaciones de "chivato" eran falsas. Tras tirotearle, los terroristas justificaron el crimen con el pretexto de que había dado pistas a la policía que permitieron la detención de dos etarras. Quince años después, y con la "condena añadida" de que su entorno social creyera las acusaciones de la banda, han conseguido que ETA admita su error. En una comparecencia pública sin precedentes en la historia reciente de Euskadi, los familiares de Olaziregi han señalado que en realidad los asesinos se equivocan siempre, "porque la equivocación suprema es el asesinato en sí, sea de quien sea".

La reciente declaración del terrorista Valentín Lasarte, condenado a 216 años por seis asesinatos y expulsado de ETA por aceptar trabajar en prisión, ha sido clave. La reapertura del sumario ha permitido escuchar a Lasarte afirmar que desde el momento de su detención supo que la delación la había realizado una mujer, y ha reconocido que nunca se debió fijar a Eugenio como "objetivo". Apenas unos días después del asesinato, su familia ya sostuvo que "ETA mata primero con la bala y luego con la calumnia", sabedora de que "los muertos no pueden defenderse".

Eugenio Olaziregi trabajaba en el almacén en el que el Valentín Lasarte y una compañera suya compraron dos bicicletas horas antes de ser detenidos. El entorno etarra responsabilizó al vendedor de delatarle a las fuerzas de seguridad, pese a que la familia de Olaziregi siempre ha sostenido que no conocía a Lasarte, que era apolítico y que su único "delito" fue el de ser una persona excepcional.

Durante todos estos años, han luchado por demostrar que Eugenio fue señalado como como cabeza de turco "con el único fin de atemorizar a la sociedad vasca". La fuerte presión social en el País Vasco, pese a que hoy en día es menor, estaba en su apogeo en 1997. La viuda de Olaziregi, Coro Villarta y su hermano mayor, Miguel Mari, entre otros allegados, han querido dejar patente que durante 15 años han padecido un doble sufrimiento. Además del dolor causado por el cobarde asesinato, han experimentado el rechazo del mundo radical: "Nos hemos sentido ignorados, incomprendidos e incluso despreciados por un importante sector de la sociedad que ha hecho que esa carga sea para nosotros aún más pesada, más dolorosa".

En un comunicado, leído en euskera y castellano, han querido dejar claro que "ningún asesinato está justificado, porque asesinar a una persona no es defender un ideal". También han trasladado su pesar e impotencia porque buena parte de la sociedad vasca "ha callado demasiado". Su trágica experiencia les ha permitido constatar que "el miedo, la vergüenza, la desidia y el pasotismo" han sido los refugios en los que se ha escondido muchos vascos en las últimas décadas, "atemorizados, pero también distantes con el sufrimiento ajeno". Con todo, también han querido agradecer las muestras de afecto y solidaridad que durante estos años les han trasladado "innumerables personas y colectivos sociales".

Como homenaje al propio Eugenio y a todas las víctimas, sus familiares han pedido autocrítica a la sociedad vasca y han pedido que "ninguna paz se arregle" en mesas de "dudosa representatividad",en las que se confunda "discreción con falta de transparencia".