Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, socios de la Generalitat hasta la aplicación del 155, se han mirado constantemente de reojo durante toda la campaña electoral que está a punto de finalizar. Una campaña en la que unos y otros han obviado casi en todo momento las referencias críticas. Pero en juego está no solo la victoria electoral, sino la hegemonía del soberanismo.

Ayer, Oriol Junqueras aprovechó su primera entrevista telefónica, en RAC1, para lanzar lo que se podría interpretar como un dardo a Carles Puigdemont: «Hemos demostrado que damos la cara, estoy aquí porque no me escondo nunca de lo que hago y porque soy consecuente con mis actos y decisiones». Minutos más tarde Puigdemont, en la misma emisora, respondía diciendo que él también está en Bruselas «dando al cara frente a la justicia europea».

Junts per Catalunya se ha jugado toda, absolutamente toda la campaña a una sola carta: votar a Puigdemont es la única manera de lograr que el expresidente vuelva a ser presidente. Una manera implícita de afirmar, una y otra vez, que ERC no garantiza este retorno. Y tampoco la CUP. La pregunta del millón de euros es qué pasará en JxCat si, como indican la mayoría de sondeos, es ERC la que queda ganadora. La versión oficial, en privado, es contundente: de ninguna manera los votos de los diputados de JxCat darán apoyo a ningún candidato que no sea Puigdemont, porque ello sería legitimar que el 155 ha servido para cambiar al Gobierno. Es decir, que no se apoyará a Junqueras pese a ser un candidato igualmente independentista.

Siempre según esta versión oficial, es ERC la que debería votar a Puigdemont, y no sería la primera vez que los republicanos votan a un president que no es de la lista vencedora (lo hicieron con Pasqual Maragall y José Montilla, recuerdan, en el 2003 y el 2006 respectivamente). Una manera sutil de afirmar que Junqueras no ha de ser presidente es la que usa el número cuatro de JxCat, el exconsejero excarcelado Jordi Turull, cuando sostiene que Junqueras será restitudo como vicepresidente, junto al resto de consejeros cesados.

Bien, esta es la versión oficial. Pero otras voces, en este caso de la dirección del PDECat, admiten: «Hemos de esperar a ver qué dice nuestro candidato». Todo estará en manos de Puigdemont, pero el protagonismo del partido será mayor, dado que durante toda la campaña los cargos posconvergentes se han mordido la lengua.

Esquerra, por su parte, ha evitado en todo momento la confrontación directa. ERC ha dedicado poco tiempo, de momento, a analizar las posibles carambolas que den paso a un pacto de Gobierno. Los republicanos, asimismo, reconocen que obviamente apoyarán la investidura de Puigdemont en el caso de que Junts per Catalunya sea la fuerza más votada. Y esperan reciprocidad.