Genaro Corredor Pinto convocó hace pocos días una reunión con los habitantes del municipio de Algeciras. El jefe de la compañía Ayber González de la columna móvil Teófilo Forero de las FARC, más conocido como Guarapo, les dijo que su grupo no iba a interferir en la jornada electoral a condición de que no votaran a Álvaro Uribe. Todos recordaron entonces el atentado ocurrido en enero del 2003 contra la delegación de la Registraduría Nacional en el pueblo, un castigo de la guerrilla por los buenos resultados que había obtenido allí el presidente colombiano en el 2002.

La intimidación no dio resultado. En las elecciones del domingo, Uribe obtuvo en Algeciras --un municipio ubicado a unos 250 kilómetros al sur de Bogotá-- un amplio margen de ventaja sobre su principal adversario, Carlos Gaviria. En términos generales, la invitación de las FARC a votar contra el mandatario colombiano terminó en fracaso, y la gente se pregunta ahora cuál será el siguiente paso de la guerrilla. ¿Atenderá los tímidos gestos de Uribe en favor del diálogo? ¿Volverá a la ofensiva para demostrar la fuerza de su aparato militar?

El triunfo abrumador de Uribe en las elecciones del domingo (7,3 millones de votos, 62% del escrutinio) ha tenido el efecto inmediato de reforzar la expectativa sobre una posible derrota de las FARC, bien sea por la vía militar o la vía del diálogo. Las declaraciones que el propio presidente hizo a menos de dos semanas de los comicios fueron determinantes. "Si hay un gesto de generosidad de las FARC encontrarán en mí una generosidad infinita", declaró el jefe del Estado el pasado 16 de mayo. La guerrilla tachó la propuesta de "electorera y poco seria.

Los efectos de abrir esa caja de los truenos se vieron con claridad ayer, en plena jornada de resaca electoral. En medio de la euforia por haber conseguido el mejor resultado de la izquierda en la historia de Colombia (2,6 millones de votos, el 22% de los sufragios), Gaviria dijo que está dispuesto a apoyar una negociación. "El conflicto hay que terminarlo por la vía de la negociación. Me sorprendió que Uribe asumiera esa posición, que había criticado tanto, pero si realmente abre un espacio de diálogo, yo estaría muy contento de que la insurgencia respondiera a un llamamiento de ese tipo", señaló.

En el victorioso discurso que pronunció la noche del domingo en el céntrico Hotel Tequendama de Bogotá, Uribe no mencionó la posibilidad de un proceso de paz con las FARC. Sí lo hizo el día anterior, en un encuentro con la prensa internacional, cuando afirmó que, de ser reelegido, haría oficial la oferta de diálogo a la guerrilla. El presidente no dejó de subrayar que actualmente hay en marcha un proceso de paz con el segundo grupo rebelde del país, el ELN --por ahora incipiente y falto de resultados--, pero, por si las moscas, tampoco renunció a la retórica guerrera de su primer mandato. "El terrorismo supo cómo es el desayuno y sabe lo que le espera de almuerzo".

Muchos analistas creen que esa retórica no tendrá ya los mismos efectos sobre la opinión pública colombiana si no va acompañada de nuevos resultados, y resulta poco probable que esos resultados se consigan con las armas. "Lo que Uribe ha vendido a la gente es la idea de unas vías de comunicación más seguras --explica el analista Alfredo Molano, uno de los más críticos con el mandatario colombiano--. El Gobierno ha rescatado la seguridad en las carreteras principales del país, eso es incontrovertible, pero por fuera de esos ejes el control de la guerrilla permanece inalterable. Su capacidad militar se encuentra intacta".

Golpes duros

Más cercano a las tesis del Gobierno, el politólogo Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y Democracia, considera que la estrategia de Uribe ha infligido golpes duros a las guerrillas de las FARC, pero reconoce que el Gobierno está lejos de vencer a los rebeldes por la vía militar. "Lo que ha hecho la guerrilla durante los últimos cuatro años ha sido replegarse, como han hecho en otras etapas de su larga historia", explica. Rangel cree que la tregua decretada por las FARC durante la jornada electoral del domingo obedece a que "la guerrilla se dio cuenta de que una ofensiva iba a favorecer a Uribe", y anticipa una intensificación de las hostilidades en un futuro muy cercano.

"Las acciones violentas vienen después de la reelección". En parte, dice, para llegar a la mesa de diálogo con una posición fuerte.