Jamás Afganistán habrá conmemorado su tradicional fiesta de la independencia del 19 de agosto bajo un ambiente de semejante tensión. Cuando se cumplen nueve décadas de la firma, en 1919, del tratado de Rawalpindi, que puso fin a la ambición del imperio británico de conquistar el país, unos 15 millones de afganos registrados ante la Comisión Electoral Independiente aguardaban ayer las últimas horas antes de que se abran, hoy, los colegios electorales para elegir a su presidente y a los integrantes de las asambleas provinciales.

Por el tratado de Rawalpindi, los británicos se comprometieron a no expandir sus dominios coloniales más allá del paso de Khyber y permitieron al Estado desarrollar su propia política exterior independiente.

AMENAZAS Unos 300.000 miembros de las fuerzas de seguridad presentes, tanto afganas como extranjeras, intentarán garantizar la seguridad y dar una cierta sensación de normalidad a los votantes en una jornada electoral en la que los talibanes rebeldes han proferido todo tipo de amenazas, incluyendo la de cercenar el dedo de cada afgano que esté manchado con la tinta indeleble por haber votado.

"Todos los soldados han sido movilizados; hasta el final de las elecciones habrá patrullas las 24 horas del día", explicó el coronel del Ejército Nacional Afgano (ANA) Abdul Matin Hasán Khil en la provincia de Uruzgan. Para evitar ahuyentar de las urnas a los posibles votantes, el Gobierno afgano adoptó una controvertida medida que en nada contribuirá a mejorar sus credenciales democráticas. En un comunicado emitido por el Ministerio de Exteriores en lengua dari, aseguró que quedaba "estrictamente prohibido" informar sobre atentados o ataques entre las seis de la mañana y las ocho de la tarde de hoy. El comunicado en inglés empleaba un verbo menos contundente ("abstenerse") y justificaba tal decisión con el objetivo de poder garantizar una elevada participación que legitime los comicios. Y es que muchos en Kabul temían que la escasa animación de ayer en las calles, propia de un día festivo, se repitiera hoy en los colegios electorales, restando credibilidad a la cita electoral.

En el imaginario colectivo afgano queda muy poco de la alegría con la que los ciudadanos recibieron en el 2001 a las tropas internacionales que expulsaron del poder a los talibanes. El resentimiento contra unas fuerzas militares extranjeras, que cada vez emplean más medios para protegerse a sí mismas y que han provocado innumerables masacres de civiles en sus operaciones militares contra los talibanes, se ha abierto paso en el país. "Al principio yo estaba contenta de que hubieran venido los extranjeros, ahora creo que son más una fuente de problemas que otra cosa", indica la heratí Freshta Seddiqi.

ACTITUD BENEVOLENTE Dada la excepcionalidad de estos comicios, la comunidad internacional será extremadamente benevolente a la hora de valorar su limpieza. Por lo pronto, el número de ciudadanos registrados para votar (15 millones) queda muy por debajo de la población total del país (unos 33 millones), con lo que se puede deducir que el jefe del Estado, sea quien sea, será elegido por menos de la mitad de la población. Las malas comunicaciones, el atraso, la violencia talibán y la falta de cultura democrática hace que sea imposible garantizar al 100% la limpieza de las elecciones.